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Filohelenismo // Φιλελληνισμός

Literatura griega

El gato inteligente

El gato inteligente

Érase una vez un gato muy inteligente que vivía en una casa. Pero el dueño del gato no tenía trabajo y estaba muy apenado. Así que un día el gato le dijo:

- ¿Sabes lo que he pensado, dueño? Voy a ir a pedirle al rey que su hija se case contigo.

El dueño, a pesar de que se hallaba afligido, se rio y le dijo bromeando:

- ¡No vas a ir! ¡Haz lo que quieras, gato!

Entonces el gato se puso en camino y fue a ver al rey.

En el camino por el que iba se encontró con una bandada de perdices.

- ¿Adónde vas, gato, que incluso vas moviendo tu cola? - le preguntaron las perdices.

- Voy a solicitar la mano de la hija del rey, para que sea la esposa de mi dueño. Si queréis, venid conmigo. El rey tendrá en sus eras mucho trigo y podréis comer cuanto queráis.

Las palabras del gato gustaron a las perdices. Así que todas se reunieron y lo siguieron por detrás. Van más hacia abajo y se encuentran con un conjunto de liebres. Estas se detuvieron y preguntaron al gato:

- ¿Adónde vas, gato, que llevas a tantas perdices contigo?

- Voy a solicitar la mano de la hija del rey, para que sea la esposa de mi dueño. Si queréis, venid conmigo. Las huertas del rey estarán llenas de verduras y podréis comer cuanto queráis.

Y a las liebres gustaron las palabras del gato.

Se reunieron todas y le siguieron.

En cuanto llegaron al palacio del rey, el gato entra dentro y pide la mano de la princesa para su dueño.

Como el rey vio a tantas perdices y a tantas liebres, pensó lo siguiente para sí: "Este debe de ser alguien rico, puesto que tiene tantas liebres y tantas perdices".

 Y le dijo al gato:

- Ve, gato, y dile a tu dueño que venga a tomar a mi hija como esposa.

Enseguida se marcha el gato contento y va adonde está su dueño:

- Prepárate, dueño, rápido. Te están esperando en palacio.

Se fue el dueño al palacio. Y una vez que el rey vio que era tan buen muchacho, le entregó a la princesa como su esposa, y vivieron bien, y el gato aún mejor.


Nikiforos Vretakos

Nikiforos Vretakos

Nikiforos Vretakos (1912-1991) fue un destacado poeta griego, espartano, del siglo XX. Nacido y criado en Krokeas, vivió en casa de su tío Nikos (hermano de su madre, que no tuvo hijos) y recibió de su parte educación y cuidados, pues el padre del poeta era muy pobre. Al terminar su etapa de educación secundaria  se marchó a Atenas. Allí instalado, rara vez iba a su pueblo, y cuando iba lo hacía únicamente por ver a su madre, a la que amaba por encima de todo.

Siguieron unos años complicados y duros, tal y como vemos que ocurre a menudo en la vida de muchos poetas. Su padre muere, Nikiforos no termina sus estudios, y va trabajando en distintos puestos como empleado público (1930-1938). Se casa en 1934 con Pitsa Apostolidou, con la que tuvo dos hijos. Estuvo de combatiente en Albania durante 1940-1941, y en 1942 tomó parte en la Resistencia Nacional. En el período de la dictadura (1967-1974) se exilió voluntariamente a otros lugares de Europa. Y a su regreso se establece casi exclusivamente en Krokeas. A comienzos de la década de los ochenta construye una casa junto a las ruinas de Ploumitsa, donde escribió un buen número de sus poemas contemplando su querido Taigeto.

Según Mijaíl Peranthis, Nikiforos Vretakos "es un poeta de libre fantasía, se entrega a ensoñaciones líricas, en otras ocasiones a las reglas de la métrica, y más a menudo a la sucesión rítmica de versos. Carácter sensible, naturaleza sentimental y puramente lírica, envuelve sus escritos con efusión de ternura, dándoles la tensión, el giro y la flexibilidad de su fantasía".

Vretakos se distingue claramente por su muy profundo humanismo de su poesía y la particularidad de sus inspiraciones. Sus poemas han sido traducidos a numerosas lenguas. También ha recibido varios premios y distinciones: Premio Nacional en 1940 y 1956, Premio de la Resistencia Nacional (1945), Premio de la Academia de Atenas (1976). Incluso llegó a ser propuesto como candidato para la concesión de un Premio Nobel. Esto, sin embargo, no llegó a cumplirse. Como bien sabrán muchos filohelenos, los únicos escritores griegos acreditados con el Nobel han sido dos hasta el momento: Yorgos Seferis (1963) y Odisseas Elytis (1979).

Tiene una extensa producción poética, aunque también fue autor de obras de narrativa. Y, además, compuso una tragedia titulada Prometeo.

Dejo a continuación unos pequeños poemas de Vretakos, y un enlace a un libro digitalizado con varios de sus poemas en español. Que los disfruten.

TRANSMUTACIÓN

Me vuelvo poesía, huyo del mundo,

me reparto

                         voy

hacia afligidos hermanos. A quedarme en casas

                         donde no entra el sol.

MI SOL

Me robaron el sol, pero yo lo encontraré.

He arreglado un encuentro secreto con él,

como quien va por un diario clandestino

o un material ilegal. Me llenaré el pecho

con grandes hojas de oro y lámparas para mi escondite.

Antes que hagan desaparecer mi alma la haré circular

de mano en mano en la noche.

ÉXODO

Todo termina alguna vez: turbios

ríos y noches. Basta que puedas

salvar al fin tu alma, como

la madre salva al hijo

atravesando

                      un

mar o un incendio.

 

Enlace al libro digital (por Horacio Castillo)

(Nikiforos Vretakos está en las páginas 130-158).


Y añado otra poesía más, traducida por mí:

EL LABORATORIO

No sé de dónde

llegan los poemas,

que como palomas

uno tras otro,

revolotean desde mi interior.

No sé de dónde

llegan los mensajes.

 

(Existe un lugar

dentro de mí, en donde

giran correas,

se agitan los espolones,

ocurren cosas,

no sé exactamente).

 

El amor y el dolor

funcionan incesantemente.

 


El pobre

El pobre

Érase una vez un pobre con muchos hijos y trabajaban todos con su mujer durante todo el día. Todas las noches que estaban cansados se comían su panecillo tranquilamente y a buen recaudo, y después el padre tomaba y tocaba su lira, y bailaban los niños y pasaban una vida angelical. A su lado se solía sentar un rico, y cuando escuchaba cada noche las risas y las alegrías del pobre, se sorprendía: "¿Cómo es que yo, entonces, no estoy tan contento y calmado como él? Todo el día la piqueta y por la noche baile", dice, "quiero darle monedas, a ver qué hace con ellas". Sale en busca del pobre y le dice: "Puesto que sé que eres un hombre honrado, toma, te voy a dar mil monedas para que abras un negocio, lo que quiera que ganes me lo das. En caso contrario te lo doy". Todo el día ya, según lo recibió el pobre, pensaban a ver qué iban a hacer con tanto dinero. Lo llevaba de acá para allá. "Voy a abrir un puesto de venta ambulante, voy a invertirlo, me voy a hacer con unos viñedos". Llega la noche y ya ni tan siquiera coge su lira, ante cualquier palabra de sus hijos o si estos reían, les regañaba. En toda la noche ni pegó ojo en su reflexión. Al día siguiente ni va a ganar su jornal, ni a ningún lugar que no fuera su reflexión. Su mujer le pregunta que qué le pasa. Le hizo reír, y le regañó a ella diciéndole que le dejara tranquilo. Escucha atentamente el rico, pasa una noche, pasan dos, pasan tres... y ya no oye la lira. Una noche ve al pobre llegar: "Toma, hermano, tu dinero, yo ni quiero esto ni sus preocupaciones". Desde entonces de nuevo va contento a su casa el pobre, tocaba su lira, bailaban sus hijos como al principio y él iba a su trabajo.

Leer el cuento en griego

La fuerza de la voluntad

La fuerza de la voluntad (Un cuento griego)

En cierta ocasión Platón se dirigió a Sócrates y le preguntó qué era necesario hacer para estar seguro de que iba a conseguir aquello que quería.

Sócrates lo llevó a un lago y allí le sumergió la cabeza en el agua durante un buen rato.

Al final, Platón, desesperado y ya a punto de estallar, consiguió escapar de él y sacudir su cabeza gritando:

- ¿Qué estás haciendo ahí? ¿Es que me vas a matar?

Sócrates le respondió tranquilamente:

- Cuando desees algo con el mismo anhelo con el que querías esa respiración, has de saber que entonces lo conseguirás.

Leer el cuento en griego

Sarmiento desde Aristófanes

  D. F. SARMIENTO DESDE ARISTÓFANES.-

     Por Guillermo R. Gagliardi.-

I.- “Yo tengo muchas plumas en mi tintero”.

  En su artículo “Los Minstrels. Arte Dramático popular americano”, publicado en “El Nacional”, 12-7-1869, recogido en su “Ambas Américas” (Obras Completas, ed. Luz del Dìa, tomo 29) DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888) historia el origen y evolución de la Comedia. Desde los originales títeres, Aristófanes, Plauto, Shakespeare, Moliére hasta el arte negro, religioso, rítmico, que lo fascina y lo relaja de actividades de mayor densidad intelectual y de los ingratos avatares de la política criolla.

El Teatro, “theatrón”, “lugar para contemplar”,  significa en su  alma grande toda una postura vital, una dialéctica expresiva (tal como la estudió en detalle el escritor sarmientista Mauricio Rosenthal en su “S. y el teatro. La musa recóndita del Titán” (1967).

Es esencia de su persona, constante de su biografía espiritual. De ahí  su permanente observación, teoría crítica del hecho teatral, obras, personajes y autores y estilos, desde sus primeros artículos chilenos, sus “Viajes” y sus comentarios de la vejez.

O. Pellettieri, en su “Joven o viejo, pero muy teatral” (Clarín”, 8-9-1988) afirma: “Tanto en su escritura como en su actuación pública, S.  fue teatral (...). Su tendencia a dramatizar la realidad, a amplificarla, a hacerse notar...”.

En el “minstrel”, como el juglar o el mimo, el autor es propio ejecutor, “Y en esto el arte vuelve a sus orígenes. Esquilo, Aristófanes, Plauto, Shakespearte, Moliére, representaban sus propias comedias”.

La “Comedia” (forma del  género dramático, en que el protagonista representa a un ser poco virtuoso, en asuntos cotidianos y que finaliza con un desenlace feliz y con castigos para el anti-héroe) es  un arte aristofanesco en lo fundamental, reconoce el cuyano. “La sociedad actual es el asunto del drama”, “y se acerca a la primitiva comedia griega, en que Sócrates era satirizado en su presencia”.

Arte actualísimo, trashumante, popular y democrático, sigue “los movimientos de la opinión pública”.

Sátira “catártica”, “terapéutica” de asuntos contemporáneos, espontaneidad dinámica, canciones y parodia expresivas, encantan y gozan de su preferencia. (Rosenthal, cit., p. 123 y ss.). Afirma este autor que “El hallazgo de los ‘minstrels’ debió resultar para Sarmiento un acontecimiento singular y profundo” ¿del mismo, con igual título, en Boletín nro. 2 del Instituto S. de Sociología e Historia, 1965).

El artìculo sarmientino, citado al principio, es valorado como “una de las piezas más profundas y definitorias elaboradas por S. Vocacionalmente apasionado por el arte del Teatro, esa cualidad subyacente” (ob. cit., p. 128).

Privilegia  en ese arte, su música estremecedora, “su alegría infantil, su estúpida malicia, su cándida estupidez, su imaginación primitiva”, su mística devota y espíritu farsesco.

Dichos, ocurrencias  y  picardías, al modo de las bufonadas del jocundo y desenfadado autor de “Lysìstrata”. S. es hábil y agudo también para concebir remotas analogías y sutiles comparaciones.

Se identifica en lo más íntimo con este expresionismo vital y terrestre. Y, argentino medular, anhela finalmente un “minstrel americano”, lamentándose que Hilario Ascasubi (1807-1875), valioso escritor criollo, jerarquizador de nuestras Letras autóctonas, poeta-militar-panadero-diplomático, que cantó en versos gauchos  como “Paulino Lucero” contra Rosas, 1846 y contra Urquiza como “Aniceto el Gallo, 1853, no haya dedicado, con la enjundia y riqueza de su arte, a traducirlo en nuestro mundo gaucho, “con su guitarra, sus canciones y pillerías de rancho”.

II. “Hacer la guerra alegremente y educar a través de la risa”.

El nieto Augusto Belin (1854-1936) en su “S. Anecdótico”(1ª ed., Moen, 1905, p. 380-384, y 2ª ed., Saint-Cloud, 1929, p. 324-328) le dedicò sustanciales líneas al humor sarmientesco.  Expresión magna del desborde vital en el autor de “Argirópolis”.  Guerra, Alegrìa, Educación, constituyen los tópicos principales de su humor, y de su genialidad.

(Son irreemplazables, R. H. Castagnino: “Sentidos del humor en S.”, en Boletín de la Academia Argentina de Letras, jul.-dic. 1988, nro.  209-210; Luis Franco: “S. entre dos fuegos”, 1968; R. Lida: “Hacia el humor de S.”, en rev. “Sur”, jul.-dic. 1977, nro. 341).

En 1846 en sabrosa epístola a Saturnino M. de Laspiur (publ. por J. Ottolenghi en su “S. a través de un epistolario”, 1939, y reproducida luego por B. González Arrili en “Epistolario íntimo”, Edic. Cult. Arg., 1963, p. 15), aparece la sarmientesca definición del “buen reír”, eudemonológico, al modo de los héroes de la “Ilíada”, a partir del “recuerdo de impresiones fuertes”, del texto “El desdén con el desdén” del dramaturgo español Agustín Moreto (1618-1669).

“Aquella risa alegre, cordial, eterna”, “para su propia felicidad”, y que “podía apellidarse homérica si fuese tan estrepitosa como la de Aquiles y todos aquellos bárbaros griegos”. Profesa una concepción estética de la risa, que reitera al modo helénico y  especialmente aristofanesco, vgr. en carta a Clara Cortínez, 1-11-1854 (“Epistolario...” cit., p. 24-25): “me gozo”, “en el reír franco y cordial” y alaba primero la gracia, vitalidad y sinceridad aún imperfecta, “más que la beldad acabada  y sin gracia”.

Histrionismo, sarcasmo, franqueza hiperbólica, libertad superlativa en el pensamiento y sus manifestaciones, fueron las consecuencias de esas ideas, integrantes de una personalidad extraordinariamente activa, contraria a lo que llamaba “pensamiento vegetal”, “atavismo”, esa era “la verdad íntima”, ‘the deepest deep’, la mayor hondura de su carácter, según escribe “el albacea de su gloria”. Asombrosamente contradictorio, observa el nieto, “pasaba por autoritario y absolutista y oía la opinión de un niño y se daba el trabajo de convencerlo”.

El llanto y la risa señalaron la riqueza de su peculiar  humanidad. “Era un hombre todo entrañas”. “De ahí también emana la fertilidad de su espíritu, su exhuberancia”.

Vigorosamente “ocurrente y decidor”, “francachón y condescendiente con los jóvenes, terrible con los pícaros, irónico con los necios y entusiasta, exaltado, lírico en su fe profunda por el progreso”. Es la definición de su aristofanismo, los rasgos indelebles del creador griego, que asimilaron su espíritu, alacre y original.

Audacia y valentía cívica de Aristòfanes y Sarmiento. Leopoldo Marechal (1900-1970) en su “Aristófanes contra el demagogo” (“La Nación”, 23-12-1934, publicado en sus  Obras Completas, tomo 5, p. 256), nos informa que “ningún actor de la época quiso decir el papel de Cleón, y  A. en persona tuvo que salir a la escena y decirlo, sin máscara ni disfraz alguno”.

Similar actitud de “soldados de la Libertad”, paradigmas de coraje y definición ciudadanas. Actitud crítica y responsabilidad sin ambages. Al atacar furibunda y a su vez justificadamente, al tirano, de manera pública, por todos los medios de que disponían, uno en su teatro,  el ágora; otro, el nuestro, explosivo en discursos, cartas y artículos periodísticos temerarios.

“Aristófanes, al atacarlo públicamente –observa el autor de “Adán Buenosayres”, loc. cit.- dio muestras de un valor admirable”. “El buen demagogo”, “el Chanchero”, tiene su semejanza parcial en el concepto, en la prosa y pensamiento pasional sarmientino: Bartolomé Mitre (1821-1906),  “apático versificador”, grave y documentado, traductor y poeta recatado, historiador, su enemigo político de la madurez y la vejez. El autor de las extensas biografías de Belgrano y San Martín, en verdad ha sido el humanista liberal  de nuestra historia, el literato, “de carácter linfático”, puesto a soldado y gobernante, en contra de su vocación central.

Para el sanjuanino, Mitre, como el personaje griego, transformado en “Agorácrito”, es el modelo de político popular, “el gran personaje, abundante según Aristófanes,“en audacia, intrigas y maquinaciones”, “oliendo  a mirra y a paz” según  es consagrado al final de la comedia.

  “Oh mortal afortunado –exclama Demóstenes-, de qué felices dotes de gobierno te ha colmado la naturaleza!” Escribe Marechal (ob. cit., p. 258), “y el Chanchero se define: será un buen demagogo, porque le tiene cariño  a ese pobre Demos”. El rival encarnizado de S. es don Juan Manuel de Rosas y su sistema, y luego Mitre, “el demagogo vulgar” y sus aliados. El enemigo de Aristófanes, “el Paflagonio”, Cleón.

El poeta-militar-político, según el ataque sarmiento, impone  “las prácticas oposicionistas”, “el desborde de la prensa, la barra de dos reales al dìa”, “...va a la vanguardia de ‘La Nación’, desmontando todo pudor público, destruyendo toda noción de justicia, de verdad, de decoro” (“Vida de S. El hombre de autoridad” por Manuel Gálvez, 1945, cap. XVI:”La lucha contra el Mitrismo”). Véase la proclama de despedida del Presidente, del 6-10-1874, Obras comp., t. 21.

En su Discurso-Proclama el Presidente convoca a los Conciudadanos a desoír “las sugestiones de embrollones políticos y militares, o de especuladores patrioteros”. Su lema republicano, al modo de los preclaros modelos de la Antigüedad Clásica, consiste  en la imperecedera fórmula “libertad con gobierno, con paz, con constituciones” (J. S. Campobassi, “S. y su época”, 1975, t. II).

En su escrito de 1879, recogido en “Los desfallecimientos y los desvíos” traza esa mitología y propedéutica a una semiología de la comicidad: “Reímos por el contraste entre la imagen aparente y la realidad”. “Los antiguos,  que todo lo han sospechado, han llamado jovialidad a esta predisposición del ánimo, de Jove, Júpiter, el padre de los Dioses, que la poseía en grado sublime. Se reía en el Olimpo, de las bellaquerías de los partidos en que estaban divididos los Dioses, con motivo de la guerra de Troya”. Tiene el culto estético y ético de la risa, del humor político.

“La risa contiene más enseñanza que la nieve. “.  Ahonda aún más, propone una Eudemonología de la risa. Sugiere una teoría política, basada en el trípode de la Crítica, la Burla y el Desenmascaramiento: “Hemos de reír, pues, y haremos, si podemos, que ría el pueblo de toda esta algazara, de aquellas cóleras fingidas, de aquel puritanismo de borrachos que declaman, con ojos llorosos, sobre la desmoralización de los demás”.

Notamos en “Las divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira” (1911) del escritor  y periodista Roberto J. Payró (1867-1928)  una especie valiosa de continuación de esta línea de ataque y condena y sarcasmo de tipos de nuestra fauna politiquera.

El humor muy mordaz de Aristófanes subyace (”gran rezongón a semejanza “ de S. según J. C. Ghiano), se actualiza y acriolla en la escritura sarmientina, reconocemos una estirpe jerarquizada.

El mensaje crítico, las urgencias de tono sarmientesco del republicano ejemplar, el “Censor” a lo Catón el Viejo,   y  “Profeta” a lo Moisés,  redivivo en las observaciones satíricas del talentoso creador de “Pago Chico” y “El casamiento de Laucha”,  naturalista y moralista con visos de puritanismo (según advierte E. González Lanuza) sobre las canallerías innúmeras de su personaje, el provinciano  Mauricio Gómez Herrera, en la  sociedad y política argentinas.

(N. V. de Bietti: “El libro belga de P.”, “La Nación”, 27-5-1979; “Rev. Nosotros” selec. y pról. N. Ulla, 1969, p. 124-128; E. G. Lanuza, en Boletín Acad. Arg. de Letras, 167-170, p. 67-75; J. C. Ghiano, “R.P., cronista de la Argentina”, “La Nación”, 2-4-1978).

III. “Tengo muchas plumas en mi tintero...téngola burlona para los tontos. Para los sofistas, para los hipócritas, no tengo pluma; tengo un látigo y uso de él sin piedad”.

Alfonso Reyes (1889-1959) en su “La crítica en la edad ateniense”, con su ingenio y finura habituales, llama a este arte temperamental, cáustico a menudo y desbordante de sinceridad, “literatura con entrañas”.

Escritura absolutamente comprometida con la vida de su época (ob. cit., cap.: “Aristófanes o la polémica del teatro”, Obras Completas, t. 13, Fdo. de Cult. Econ., 1961, p. 123-151).

Como Diceópolis, el personaje de la comedia “Los acarnienses” (425 a.C.; Acarna  era un fértil  “demo” de Ática, la obra predica la Paz y combate contra el Belicismo), Don Domingo se nos aparece como “el pobre sanjuanino agricultor”, “soy sanjuanino, aldeano y nada más”, que ansía una Tebaida (un lugar de solaz, un refugio) de paz para sí y su Patria, pero que se ve obligado, contrariando su naturaleza, a lidiar con las encarnizadas hostilidades y enfrentar  las “musarañas de la vida civilizada”. Franqueza salvaje, nada de ambigüedades, en estas cualidades de Veracidad, de “Parresía”, reside su genio admirabilísimo.

Esta particular genialidad, se extiende entre dos tensiones. Una, catoniana, el sermón doctrinal y severo de moralista tradicional de la República. La otra, aristofanesca, la sátira mordaz contra la demagogia patriotera y el populacherismo inconsútil (línea siempre viva de su rica literatura).

Cleón, el popular político, primer comerciante destacado en la clase política ateniense, muerto en 422 a.C., ridiculizado por el comediógrafo en su “Los Babilonios”, es Rosas. Mitre, denuncia Domingo, es la poesía de la Nación retórica.

Muchos siglos separan una gesta de la otra. El griego con su comedia acusadora del tirano ladrón y astuto (424 a.C.), la sofística engañosa (“Las nubes”, 423), etc. El sanjuanino, con sus polémicas periodísticas contra el sistema rosista primero, luego con sus censuras violentas al juarismo (“El Censor” en la década del 80) y ataques como mazazos a la Patria fenicia.

Apela a la imagen caricaturesca y al denuesto más grueso cuando no a la gracia de expresión y a la alegoría  ácida, para combatir la impostura, la insolidez gubernativa, sin dirección  ética, la ausencia de espíritu cívico.

A S. le es connatural una jocosidad, un vitalismo asombroso, “humorismo orgánico” (según R. Lida). Una alegría de vivir, hacer, escribir, pelear. Un humor irónico, cuando no franco y hasta grosero. En sus Obras, en el tomo 40, se recoge un magnífico y revelador escrito “La conciencia castellana”, donde escribe: “El buen reír, educa y forma el gusto...Jove reía. Los grandes maestros son inmortales risueños. Riamos nosotros, que el buen reír es humano y humaniza la contienda” (1879).

Reconoce el maestro las distintas facetas de su extraordinario estilo literario. Severamente moral en política, crítico en la exposición social, objetivo y racional en pedagogía, humorista en las evocaciones costumbristas, finamente contemplativo en sus descripciones de la naturaleza, cáustico y grotesco en la polémica religiosa....

“Tengo muchas plumas en mi tintero”. Con esta expresión sintetiza su proteiforme

escritura, que aun hoy sigue asombrándonos por su riqueza de contenido y continente, por la fuerza sustantiva de su verbo hacedor, por la temeridad de su intención agónica, por la frecuente ternura de sus encantos afectivos, por la unción religiosa a que asciende su conciencia cívica y su “eros pedagógico”.

“Téngola terrible, justiciera para los malvados poderosos..., encomiástica para los hombres honrados...; severa, lógica, circunspecta para disentir, téngola burlona para los tontos. Para los sofistas, para los hipócritas, no tengo pluma, tengo un látigo y uso de él sin piedad...” (cit. por J. J. Cresto, entre otros, en “Vigencia de S.”, varios autores, 1988, p. 173-174).

IV. “En los Estados Sudamericanos, la palabra Libertad importa sainete ridículo...”.

En un escrito juvenil de S. en “El Mercurio” (14-11-1841), Obras completas, tomo 9, expone una visión aristofanesca de la cuestión de la Libertad en la historia de América.

“La Comedia de la Libertad” como la denomina Mariano José de Larra (1809-1837), epitomiza nuestro destino nacional, que ve  en tiempo de farsa y ritmo tragicómico. Los escritos larrianos inspiran evidentemente su artículo. Pero descubrimos una analogía raigal, la vena del cómico griego, con quien lo parangonamos gustosamente.

“Nosotros pensamos que en los Estados Sudamericanos, la palabra Libertad importa sainete ridículo, melodrama horrible y larguísima comedia que no manifiesta tener fin...”.

Ataca, como las avispas del escritor ateniense, a “esos liberales furibundos”, que traman una “chanza y pasatiempo”. Es el teatro, la oratoria, la apariencia de la Libertad. Es el “negocio de la Patria”.

Aguza su pluma, y  metáfora de la inmoralidad pública.

Grotesco, se expresa vigoroso  en su  “Los caballeros” (424 a. C., ataque frenético al tirano de Atenas, “el morcillero”), retrato profundo de nuestros políticos seudo-democráticos: “Entonces, cantando el Himno Nacional, pasan a los bastidores, mudan su ropaje, antes modesto y democrático, para aparecer en tablas con largos plumajos bordados, medallones...”.

Con mayor acidez, bosqueja  el “salón ministerial bien confortable, (...) en que están los padres conscriptos elegidos libremente por la voluntad de las bayonetas y la coacción, la que se llama sala o Congreso”. “He ahí teatro con bastidores, casa y actores”: relata, sintetiza visualmente y describe con ánimo crítico el proscenio de la falsa República.

El gobierno de la corrupción, la vanidad, la crueldad, la ignorancia, el fariseísmo, la delación, hallan su pintura patética y risible, en la dotada y robusta pluma del periodista sanjuanino.

Sintaxis dinámica, mirada abismal y precisa, incita a la reflexión en todos los tiempos. La libertad, concluye, es una pieza teatral “que desde la eternidad seguiremos viendo representar a nuestros pobres hijos, nietos, biznietos, tataranietos...”.

“Fígaro” es  su maestro ilustre en la crítica social y político-literaria, pero afilando nuestra perspectiva hacia la Antigüedad Clásica, revela su filiación ática, su grácil y a su vez pungente veta aristofanesca analítica. Definitivamente labra  una imperecedera lección de ética cívica.

Elogia S. viejo al joven Eduardo Wilde (1844-1913), médico, encantador escritor y político liberal. Ingenioso y fértil escritor, por su humor, su alacridad, la alegría  y “elegancia demoledora” de su valiosa escritura (artículo consagratorio de “Tiempo perdido”, desde “El Nacional”, 23-6-1878, recogido en Obras de S., tomo 46).

Nos trasmite el gozo de ese arte original y gracioso, helénico, del ocio y la “bella literatura”, que refresca el alma y canta exultante su admiración humanista por la risa inteligente y el estilo desenfadado y libérrima ironía.

“¡Cuando la inteligencia sonríe, hay gloria en las alturas y paz en la tierra para los hombres!” (“S. y E. Wilde”, por J. A. Solari, en su “Días y obras de S.”, 1968). Entre críticas y recuerdos autobiográficos expone brevemente su teoría aristofanesca de la vida política y de la obra literaria: “pelear riendo”. Reflexiona que “La política, la maldita política  ha echado a perder el carácter y el genio argentinos”. Enuncia una sociología del ser argentina, una clave de su lucha histórica: “pelear pero riendo; burlesco sin ofensa; y siempre y eternamente alegre y social”.

Sensible y dúctil, abomina “de la monotonía de lo recto, estrecho y escabroso”. Prefiere la amenidad y el gusto, la  ética asociada a la estética, la seriedad crítica y la intención sana: “introducir un ligero tinte de gusto, de letras, de crítica, sin que lo ensordezca los balidos y los berreos, en la prensa y en el Parlamento, como afirmación de la salud de la República”.

“Necesitamos algo que no sea bueno, ni necesario, ni Constitucional con mil santos, sino de agradable, de graciosa, de humano, con un poco de malo”.

Coincidentemente L. Lugones (1874-1938) en su “Hist. de S.” (1911, cito por ed. Acad. Arg. de Letras, 1988), afirma que “la cualidad dominante de ese batallador es la alegría de vivir que iluminaba al heroísmo griego”, y el “ademán de predicador”  como profeta hebreo.

Era manifestación  “de su ser irradiante, en perpetua situación de docencia” “su mayor proximidad a la burla que a la ironía”, sostiene  el autor de “La guerra gaucha”  y “Romances del Río Seco”.  Concuerda con su persona más la fe robusta en la sátira que el escepticismo  ligero de la ironía. Recta elocuencia, férrea indignación. Moralismo radical de Sarmiento y Aristófanes.

El maestro y pedagogo correntino, reformista y positivista,  J. Alfredo Ferreira (1863-1938 en su “En el Centenario de S. “ (1911) compara el sentido cómico y el ajustado sarcasmo de “Las carpas”. Ingenioso escrito sarmientino nacido de sus encontronazos de 1881 con los miembros del Consejo Nacional de Educación,  trasunta  la similar vitalidad e ironía conceptual del autor griego: “El año 1881 fue destituido de su cargo de Superintendente de Educación a consecuencia de la última gran batalla que libró contra los  ocho  Consejeros que le nombraron para no errar sus palabras. El libro que la registra se llama ‘Las carpas’, y a fe que es digna de una comedia de Aristófanes, de ‘Las Nubes’ o de ‘Las Ranas’, con la ventaja de que aquí se mueven personajes reales, con su propia fisonomía intelectual, con sus trajes del teatro de la vida, y el autor de esta profunda comedia desempeña el papel de protagonista”.

En su Discurso en la Escuela Normal de Mujeres de Montevideo, en 1882 (Obras , t. 22) se referirá puntualmente a ese suceso de su vida pública, tomo 47 de sus Obras).

Admite la ilustre genealogía de su escrito político. “Aristófanes, el creador de la comedia de costumbres, llamó a una de ellas “Los Pájaros”, y la mejor de las que han llegado hasta nosotros ‘Las Nubes’. ¿Por qué no habíamos de llamarles ‘Las Carpas’, a la serie de escritos que el advenimiento al país de (unos)  pececillos provocó, muy gustados a media que iban apareciendo (los artículos y no las carpas), ante un público tan benévolo y malicioso...”. (Léase “Aristófanes contra el demagogo” por L. Marechal, 1934, en su Obra compl., 1998, tomo V, p. 253-259).

Percibe  anticipatoriamente desde el punto de vista histórico el valor,  significado y el significante del Absurdo. Reflexiona sobre el sentido social y la lógica del Absurdo, el humor paradójico,  su influencia en la naturaleza y  en la psicología: “Nada hay que haga más impresión sobre nuestro espíritu que el absurdo. ¿Quién no se queda parado y complacido en presencia de una paradoja?. La antítesis, los dichos chistosos, los proverbios, los anagramas, tienen ese atractivo”.

Modernamente, S. entiende el valor lingüístico del mismo, las condiciones de su emisión y posibilidades de su recepción, sus funciones en el proceso o esquema comunicacional, en el “uso lingüístico”.  Continúa: “Dios nos dio la palabra para ocultar nuestro pensamiento!. ¡Qué pensamiento tan profundo, precisamente porque es la negación del pensamiento que es la palabra misma!”.

Inteligente reflexión de su  vejez, en 1887 en su escrito “La institución municipal”, recogida en su “Condición del extranjero en América”, en el tomo 36 de sus Obras.

Casi una década antes había  esbozado una no menos aguda “Antropología de la Risa”, acudiendo a la raìz griega. En 1879, en su escrito de “El Nacional”, “La conciencia castellana”, en tomo 40 de sus O.Completas. Desde la tradición cultural, dibuja una hermosa apología del genio griego, de su Jovialidad fundamental. “Lo que distingue al hombre, de la creación bruta, es su facultad de reír...El hombre es esencialmente un animal que  ríe”.

El mensaje crítico y burlón de los grandes reidores, la “revolución social”, merece su actualización, desde la lente inmejorable de la vida política moderna. Desde una óptica bipolar, política y trascendentalmente, S.  interpreta originalmente a la inmortal comicidad de Aristófanes, Rabelais y otros ilustres cultores.

“Si hacéis de sus dichos y máximas nuevo estudio como el buey que rumia tranquilamente su alimento”, “las gracias de Aristófanes”, “os suministrarán a cada emergencia, símiles, anécdotas, dichos agudos, revelaciones proféticas y  verdades de a puño”.  Esta teoría sarmientesca, pedagógico-social, de la risa, estableció sus premisas: “la risa contiene más enseñanza que la nieve”, “el buen reír, educa y forma el gusto”, “el buen reír es humano y humaniza la contienda”.  
 
 
 

V. Grotesco y Ancianidad.

Sus postulados humanistas evidentemente se encuentran alejados del estereotipo del sanjuanino, de la estatua incompleta y el floripondio seudo-sarmientófilo: “¿No hacemos, decimos mal, no intentamos al menos hacer un bien, desarrugando si podemos, aquellos ceños torvos e iracundos...”.

S. suele adoptar  una observación grotesca para tramar su propia imagen, en períodos depresivos, de angustia personal y desengaños. Como cuando desde su “prisión conyugal en Yungay, le confiesa a Mitre (1-11-1854, “S.-Mitre. Correspondencia”, ed. 1911, p. 81-81) que se debate entre la falta de entusiasmo y las locas ganas de “ir a Buenos Aires, y tomar ‘mi ronca bocina’”, concluyendo “sufro de verme deforme” sin el calor y la seguridad que eran cualidades  de su  ritmo vital.

 

Aristofanesco, pero seguidamente senequista, relata: “Estaba abatido, y hoy sólo estoy tranquilo”. “Tengo gusto en ver desde lejos, el ardor de la lucha, y lo que antes me habría arrancado gritos de entusiasmo, me inspira sólo meditaciones tranquilas”. El desierto intelectual, la calma del retiro, le generan  este dolor, hastío y depresión que no le son connaturales, estos pensamientos y sentires melancólicos.

Cuando  viejo, incursiona  en una adelantada interpretación de la psicología y la filosofía de la llamada ‘tercera edad’. Se queja, acertadamente, con agudeza de observación,   en la Introducción a sus “Memorias militares y foja de servicios” (1884, Obras, t. 49) del desconocimiento de las nuevas generaciones respecto de la trayectoria y los esfuerzos de los ancianos, de esta manera ignorados y subestimados. Trae a colación en este texto primordial, esbozo de una Gerontología sarmientesca, un  escrito del comediógrafo griego, que alude a esta situación similar. “Si deseáramos una protesta contra estas exclusiones, iríamos a buscarla elocuente en la democrática Atenas, en aquello a que ha dado forma imperecedera Aristófanes con la misma mano que desgarraba a Sócrates y le preparaba con sus sarcasmos la copia de cicuta”. 

Acude pues a la historia, a la literatura, a las fuentes culturales de la Filosofía, y continúa. Es habitual que utilice como documentación de sus apreciaciones a hechos y personajes y obras escritas de la Antigüedad Clásica, que ilustran sus argumentos.

En 1875, y por el período legal de cuatro años, oficia  como Senador por su provincia natal. Nicolás Avellaneda, Presidente de la Nación (1874-1880). La oposición presenta un proyecto de amnistía para los implicados en la revolución del ’74, al final de su tempestuosa presidencia. Entonces defendió sus medidas represivas, fundamentando sus ideas de orden republicano. Su calurosa intervención generó la del médico y político Guillermo Rawson (1821-1890), su comprovinciano, quien lo atacó crudamente, con ‘torcidas’ intenciones,  sobre la cuestión del ‘Chacho’ Peñaloza y su asesinato (1863).

La barra al salir de la injusta e incómoda sesión lo insultó  indignamente. Él, vejado, irascible y a su vez sereno como  una estatua clásica, en la próxima reunión tomó la palabra (Obras, tomo 19: “Discursos parlamentarios”, II: “La barra y el Senado”). Argumentó, acusó, reflexionó brillantemente. Allí, como  Aristófanes en su comedia “Las Avispas” (fechada en 422 a.C., en realidad una crítica inteligente contra la Justicia de su época), realizó una defensa de la Senectud, del respeto y reconocimiento que la juventud le debe, y que sobre todo en los tiempos de crisis política y  moral se halla, por desgracia, ausente. “¿En qué país estamos?. ¿A qué tiempos hemos llegado?”, “...esto no es más que la depravación en que vive la juventud, el resultado de ideas perversas que se mantienen entre nosotros”.

Y reflexiona y conmueve: “Y es una pérdida para el país, que Uds. encadenen y humillen y vejen este espíritu que ha vivido sesenta años, duro contra todas las dificultades de la vida”.

“Yo diré a los que tengan la posibilidad de hablar con esos jóvenes, que no conocen la historia. Yo son don Yo, como dicen (...). Y no son los chiquillos de hoy día los que me han de vencer, viejo como soy...”.

Afirmación soberana de su Persona, de la fuerza, insospechada de la ancianidad, del valor contundente de la voluntad de vida y de la consecución de las propias ideas. Tenacidad y genio. El crítico Ricardo Rojas en su “El Profeta de la Pampa” (1945) estudia juiciosamente esta actuación del Senador, majestuoso y burlado con vileza. Y evalúa: “S:, el gladiador, no había sido volteado, aunque fue vencido en la votación; pero su lección quedó vibrando en muchas almas” (ob. cit., ed. 1962, p. 556).

En consonancia con la postura aristofanesca, nuestro Faustino censura la Injusticia, el desorden la demagogia imperantes, en la política de su tiempo,  El cáustico autor de “Las nubes” enjuició las doctrinas de los sofistas y su influjo pernicioso en la formación juvenil. Desde su primera comedia, hoy perdida, “Los convidados”, escrita y representada en su juventud (427 a.C.), es trascendente el tema pedagógico en  su literatura.

En la mencionada  “Avispas” ataca  los vicios del gobierno decadente de Atenas, como el sanjuanino lo hace en el episodio referido, en sus célebres discursos parlamentarios y a través de su última salida a la palestra en “El Censor” ante el desgobierno y corrupción de  Juárez Celman. Se afronta “cara a cara (con) el peligro” como el comediógrafo, declara  por intermedio del Coro y “manejando intrépido la clava de Hércules hubo de atacar a los mayores monstruos”, acometiendo audazmente la hidra del nepotismo, “aquella horrenda fiera, de dientes espantosos, ojos terribles...”.

Detesta  S. las manifestaciones  del populismo, adoptando una actitud fiscalizadora, así como en la comedia referida su creador abomina de lo mismo, concibiendo a Filocleón, personaje simbólico del voluble pueblo ateniense.

Según Albin Lesky, “en medio de la revulsión que ocurría a su alrededor, había conservado una sensibilidad alerta a las fuerzas de la tradición y la continuidad”,  (en su monumental “Hist. de la Liter. Griega”, 1976, p. 455).

Don Domingo, Aristófanes criollo, se convierte en  “denodado defensor que basó todo su ahínco en purgar de tales males a la Patria” como se define el mismo griego. Y procuró sembrar su nación de pensamientos de novedad y progreso civico.

Ambos defendieron  el decoro y sabiduría de sus altos años, en actitud  claramente noble, y también su cólera y su prédica normativa y afirmativa.

“La blancura de nuestros cabellos vence ya a la del cisne: (...) mi vejez vale más que los rizos, adornos y disolutas costumbres de muchos jovenzuelos”.

La venerable avispa del Coro griego, expresa las mismas ideas sarmientinas: “nosotros somos la gente ática, única verdaderamente noble y autóctona; raza valerosísima que tan insignes servicios prestó a la República, cuando el bárbaro...”.

“Ese Don Yo ha peleado a brazo partido veinte años, con don J. M. de Rosas, y lo ha puesto bajo sus plantas, y ha podido contener en sus desórdenes al Gral. Urquiza, luchando con él y dominándolo; todos los caudillos llevan mi marca”.

Ese combate, indecible y temerario, contra la Barbarie caudillesca, consumió los días del “soldado de la pluma y la palabra”.

Pues, como en la parábasis comparada: “Terribles éramos en aquel tiempo: nada nos amedrentaba. Y a nuestro valor se deben principalmente esos tributos que hoy derrochan los jóvenes”.

En su discurso de 1875 abomina S. de lo que las avispas griegas señalan: “Y es doloroso, ciudadanos, que quien nunca peleó, quien nunca se hizo una ampolla manejando el remo o la lanza en defensa de la república”, subestimen y desdoren la gloria de los héroes nacionales”. “He sido vejado, insultado...” afirma  el Senador glorioso, resentido.

En “Los acarnienses”, obra consagrado en el 425 a.C, la más antigua conservada, su autor refleja la decadencia patria  tras la Guerra del Peloponeso (431-404 a. C., entre Esparta y Atenas), que  había sumido a toda Grecia en la destrucción y muerte, lejos de los triunfos célebres de Maratón (495-490 a.C.), de Salamina (480 a.C.), las Termópilas (480 a.C. la gloria de Pericles y la épica de los años de las Guerras Médicas, 492-479 a.C.), con la consagración de los grandes: Milcíades, Temístocles, Leonidas, Pausanias y Aristóteles.

Atenas se corrompe y debilita. Aristófanes concibe esta obra en pro de la Paz ateniense y denunciando el abandono de las ideales de moralidad pública y concordia nacional.

En el coro de ancianos del rústico Acarnania, habla el autor. “Veo desamparada nuestra vejez, sin que se nos alimente en compensa digna de los méritos que en las batallas navales contrajimos; en cambio, sufrimos mil vejámenes: nos enredáis en litigiosas contiendas y luego permitís que sirvamos de juguete a oradores jovenzuelos. Ya nada somos: mudos e inservibles, como flautas rajadas, un bastón es nuestro único apoyo...”.

Ése es el texto motivador de  la Introducción a las “Memorias militares” de 1884, y que el cuyano trascribe citándolo de “Las dos carátulas” (”Les deux masques”, 1880-1883, en 3 volúmenes, “Aristófanes” en el 2º vol.), de Paul Cubos, comte de  Saint Victor (1827-1881), crítico dramático, antes poeta y traductor de Anacreonte. Los  preferidos tópicos de la vejez subestimada, de la juventud vacua y  presumida, y del sentimiento patrio desnaturalizado.

Continúa el ateniense: “¿Es justo arruinar de este modo a un anciano, a un hombre encanecido, que sobrellevó con sus compañeros tantas fatigas, que vertió por la repúublica sudores ardientes”. Los versos griegos sostienen el razonamiento sarmientino: “..que el viejo desdentado litigue contra los viejos...Es necesario, perseguir a los malvados; pero en todos los procesos sea el anciano quien condene al anciano, y el joven al joven”.

La incomprensión y el desconocimiento de la juventud “mata al anciano blanco de canas, cuyo coraje salvó la patria en Maratón”.

Según el fragmento citado por S. en la Introducción al tomo 49 de sus Obras, “...como la opinión la forman los jóvenes que escriben en la prensa, si alguno dejó de mostrarse con hábito militar desde 1858, por ejemplo, como la opinión es joven, acaso de menos de veinte años, es de temer que en su horizonte no entren los sucesos ni los  ni los hombres de más de treinta: los de setenta pertenecerían a la historia antigua”.

Como “protesta contra estas exclusiones” proclama acudir a “buscarla elocuente en la democrática Atenas, en aquello a que ha dado forma imperecedera Aristófanes”, la fuente clásica que refuerza y frecuentemente ejemplifica sus pensamientos. Como resultado de estas actitudes anti nacionales, disconforme con “ciertos adelantos” de la Modernidad, que él mismo colaboró a cimentar, lamenta: “al cabo desaparecen de la vista los títulos y de la memoria la tradición”.

Con el desconocimiento de los esforzados méritos de los Padres Fundadores, la República está amenazada por el descrédito de su sistema de vida y de gobierno y quizá la disolución había amonestado, observa S. con dolor, con altura cívica ya en la Cuestión (Discurso Parlamentario de 1875). “Quiero dar conocimiento oficialmente (...)  de ocurrencias graves que amenazan destruir el sistema representativo por su base, a saber, la libertad absoluta y completa de la palabra, que la Constitución  y la naturaleza de las cosas mismas aseguran...” (loc. cit., t. 19).

VI.  Valoración.

La visión furista sarmientina, su ojo zahorí, reformista, en temas de Política, Sociología y Educación, recuerda el juicio apropiado de Saint-Victor en su “Las dos carátulas”: “Ataca por instinto a la falsedad y la maldad, olfatea las ideas morbosas y las doctrinas nocivas que corrompen a Atenas; su gusto acerado le delata la mentira y la perdición. Ve y juzga las cosas de su tiempo con la mirada lúcida de un hijo de Palas, -la de los ojos claros-“ (ob. cit., 4· parte, cap. II. 3, J. Gil ed., 2· ed., 1947, p. 460).

(léase sobre el moralismo auténtico aristofanesco y Sarmiento, a Virginia Erhart, “A. y la comedia”, “Capítulo Universal”, nº 68, CEDAL, 1970, p. 626; E. Martínez Estrada, “Volviendo a A.” , en su “En torno a Kafka”, 1967, p. 45-49; W. Jaeger, “Paideia”, p. 325-344; A. Reyes, Obras Completas, t. 13, p. 123-155; N. N. Dracoulidés, “Psychoanalyse d’Aristophane”, editions Universitaires). 
 

En su lucha “sine die” contra Rosas y la Barbarie multiforme, S. había hecho suyas las expresiones aristofanescas en “La Paz” (421 a. C.), modélico en su combate contra el absolutismo. “Esa bestia tenía la voz atronadora de un torrente, el olor de una foca, los muslos de una lamia y la grupa de un camello. A la vista de semejante monstruo, no retrocedí asustado, sino que, por vuestra salvación, por la salvación de los insulares, he luchado sin descanso contra él”. Esa “bestia” era una hidra de  muchas cabezas en  la epopeya sarmientina y campeó contra ellas a brazo partido. 

Profesaron, S. y A.  el ideal de los “Tiempos Heroicos” de la Nación, la “Buena Política) , “Diceópolis”, de los grandes motivos de la conducta y las hercúleas dotes personales, de conductores y héroes colectivos. Como después, otros dioses sarmientinos mayores, Catón y Cicerón, con respecto a la República romana.

En los “Viajes” S., desde Río de Janeiro, Brasil, en carta a Miguel Piñero, por una parte,  y Aristófanes en su “Las Tesmoforias” (411 a.C., del festival homónimo por la Fertilidad y su diosa Deméter, compuesta como excusa para vengarse de Eurípides, 480-406 a.C., quien en sus tragedias ataca a las mujeres atenienses), ridiculizan y parodian, critican  acerbamente  la poesía al uso, la oratoria romántica en la literatura (en Argentina, representada por Echeverría, 1805-1851, y por Mármol, 1817-1871) y en la griega, por la sofística de Agatón, (siglo V a. C.) el poeta trágico innovador,  de “La flor”, (y personaje  platónico).

Se encarnizan ambos contra la “promesa de la lengua, no del pensamiento” según señala Eurípides en su “Hipólito” (V. Fatone, “Filosofía y Poesía”, I, Biblos, 1994).

Para S., sólo es auténtica poesía, “una gran cosa, un noble trabajo”, aquel arte que extrae sus tipos de “las entrañas, dirémoslo así, del hombre y de la sociedad” (Obras Completas, “Artículos  críticos y literarios”, t. II;  “Ortografía castellana”, t. IV; y “Carta-Prefacio “ de B. Mitre, en sus “Rimas”, 1854), una literatura “regeneradora”  del cuerpo social y político de la Nación.

Aristófanes acusa en su obra las imperfecciones morales de Agatón y su indeseable reflejo en sus versos débiles, a los que imita subestimándolos. Así como el sanjuanino no aprueba la estética de la poesía de “Cantos del Peregrino” y otros autores, sin sentido “práctico”, inadaptados para un Continente en estado de Barbarie, que necesita una urgente acción civilizadora de su clase ilustrada. 

Ambos parangonados están comprometidos calientemente con los intereses y problemas de su medio. Descartan retóricas vanilocuas y tecniquerías, en pos de un significado moral y nacional del Arte.

“Un solo consejo le daré, aprendido muy a mi costa. ¨Cuidado con la personaª. Siempre la persona, que me ha hecho, me hace y me hará tanto mal en este mundo, el más burlón de los mundos imaginables”, así ve e interpreta S. al Cosmos, aristofanescamente, en carta a José Mármol (el proscripto liberal, novelista y poeta romántico, Obras de S. tomo 52).

Esta visión del Universo, entre rabelesiana y aristofanesca,  posee un claro sabor crítico. El ridículo temido y anulador, la mirada “ad hominem”, el vituperio subestimador, la burla sangrienta, abonaron la médula de la vida y obra sarmientina, desgastaron sus días. Significaron su goce en la contienda y también, bipolarmente, su dolor. 

Ha señalado el fino escritor Marcos Victoria (1901-1975) que a veces la acritud del temperamento sarmientino, su violencia, ímpetu destructor de su lengua temible, su “barbarie”,  han dificultado a los prójimos la apreciación justa de su extraordinaria genialidad, de su inteligencia suprema. La indignación extrema, el patetismo de su cólera, frecuentemente, su exagerado amor propio, su “vanitas” y ansia de gloria,  “mataban en él lo cómico”.

No obstante esas juicios precisos, no oscurecen su  “a ratos delicado humorismo”, su “juguetona superioridad”, “su ingénita seriedad” y sobre todo su paradigmática humanidad, intensa y ejemplar. (”Ensayo preliminar sobre lo cómico”, 1958, p. 112).

El mito de Fedra en Eurípides

   EL MITO DE FEDRA EN EL  “HIPÓLITO” DE EURÍPIDES.-

                                    Por Guillermo R. Gagliardi.

Eurípides (480-406 a. C.) fue un artista culto, hijo de familia acomodaticia, solitario. Representa la gran Revolución de la Escena y la caracterizaciòn más humana de los seres en la Tragedia Griega.

Fedra

Autor de “Alcestes”, “Medea”, “Hipólito”, “Ifigenia en Aulis”, “Ifigenia en Táuride”, entre otras. Sus composiciones trágicas han sido la fuente de otras grandes Obras Literarias de la Humanidad: Racine, Séneca, Goethe.

La Tragedia, de “tragos”: macho cabrío (cantos báquicos, ditirambos cantados con disfraces, alternativamente). Cultivó los temas sublimes de la Libertad y la Fatalidad, la ineluctable Fatalidad.

En 428 a. C. es representada la tragedia “Hipólito Coronado”. Antes de esta fecha, el autor había escrito y estrenado otra composición, el “Hippólytos Kalyptómenos”, “Hip. cubierto”, no conservada (ca. 434, según A. Lesky, “Hist. liter. Griega”, 1968, Madrid). En ésta, la protagonista es muy sensual, como la senequista. Y testimonian de su contenido, la “Heroida” IV de Ovidio y la nombrada de Séneca. El segundo “Hipólito” se lo denomina “Estefanóforo” (triunfo).

Fedra e Hipólito

Fedra e Hipólito

El primero fue rechazado por la crudeza inusual en la presentación del Amor. De acuerdo con Lesky, “la crudeza con que presentaba en el escenario cosas que eran totalmente nuevas, asustó e indignó considerablemente a los atenienses” (ob. cit., p. 399). La obra que se conserva fue estrenada exitosamente. Leámosla y señalemos los principales momentos en su composición:

(I). Monólogo épico, lírico-reflexivo de Venus.

Esta Diosa, no amada por Hipólito (hijo de Teseo, Rey de Atenas), anoticia al lector del destierro por un año de Teseo, del casto amor por Artemisa, la Diana cazadora romana.  La acción, en Trecene.

Cuenta Venus (Afrodita) su venganza, inspirando a Fedra un violento y desdichado amor por su hijastro (la  madre de éste había sido Antíope, reina de las Amazonas, también conocida como Hipólita o Menálipa). Adelanta lo que ha de suceder: el padre matará a su hijo, por juramento de Poseidón-Neptuno, Fedra se suicidará. Es la venganza de Venus que anuncia  el conflicto de “Las Bacantes”, el castigo de Dionisos a los que desprecian su culto (Baco).

Interrumpe sus reflexiones, viene Hipólito, Conclusión  funesta: éste, dice  la Diosa,

    “no sabe que ya se abrieron para él las puertas de la muerte, y que éste será el último día que ha de ver”.

(II) El verdadero primer  paso en la Acción dramática. Alabanza de Artemisa por Hipólito y por el séquito, el “Párodos”, del Coro:

    “Salve, oh bellísima, bellísima Diana!, virgen que moras en el Olimpo: para ti traigo esta corona tejida de flores no libadas, que la adornan, y cogidas por mí en donde el pastor no se atreve a llevar sus rebaños ni ha entrado jamás el hierro: sólo la primavera visita este prado y las abejas  no lo tocan, y el pudor lo nutre con húmedo rocío.

    El que nada adquirió con el estudio y en todo es igualmente casto por naturaleza, puede cortar sus flores, no los malvados”.

      (Traducción de F. Baráibar  y Zumárraga, en “Teatro Griego”, Madrid, 1970, p. 785-1273).

Artemisa  bendecía a hombres y mujeres con su descendencia, “señora de los bosques y montes, claros y solitarios, y de las rumorosas corrientes”, era la divinidad de la naturaleza y en general de la fertilidad (Frazer, “La rama dorada. Magia y religión”, 1980, 7ª reimpr., México, p. 25 y 170-178).

Artemisa

Artemisa

(III) Diálogo de Hipólito y un Servidor.

Caracterización de Hipólito como puro y casto, pero arrogante, desecha el poder sagrado del Amor, con lo cual el autor cuestiona una acendrada creencia griega:  el poder de Eros. Educado por el Centauro Quirón, Hipólito cazaba solo, bajo la protección de su Diosa, en los bosques sagrados.

(IV) El Coro, caracteriza el drama Interior de nuestra anti-heroína, Fedra, hija de Minos y Pasifae:

      “triste nube se mece en torno de sus cejas”.

El lenguaje Coral es ampuloso, como el  de Esquilo, y el de los demás Personajes siempre será cotidiano y sencillo.

(V). Es el segundo paso de la Acción Trágica.

La Nodriza trae a Fedra, doliente, en su lecho y en  un Monólogo de neta reflexión, pinta la angustia de su amor, mostrando las dotes retóricas del autor, “la nueva aptitud en la aguda argumentación lógica” (según señala W. Jaeger, en su “Paideia”, 1980, 5ª reimpr.):

    “pronto varías de parecer, y nada te divierte; no te agrada lo que posees, y anhelas lo que no tienes”.

    “Llena de tormentos está la vida humana, y no hay descanso en nuestras penalidades”.

    “Perdidamente nos enamoramos de esta luz, que brilla alguna vez en la tierra, sin saber lo que pasa en la otra vida, ni conocer nada de lo que sucede debajo de nosotros”.

Es la Incertidumbre de la existencia, vida y muerte. Son las “situaciones límites”, el terror ante la Nada, ya expresados en el Siglo de Pericles por Eurípides, y que en nuestra era han expuesto Karl Jaspers y Martín Heidegger, entre otros.

“Ley de los mortales es luchar con los dolores”. Estas circunstancias humanas de muerte y dolor aparecen llameantes en las incomparables meditaciones de la Nodriza. Con anterioridad, el Coro reflexionó sobre la condición femenina: frivolidad del sexo más melancolía, “innata demencia”...

Fedra revela su estado psíquico a través de un estilo interjectivo, emocionado. Profiere palabras insensatas, delira. Ante esto, la Nodriza, sabia y buena con ella, muestra sentimientos de piedad, de compadecimiento. En Fedra observamos

    l.- locura: su estado emocional y enajenamiento mental es paralelo con el         estilo literario de expresión.

    2.- Cordura: conscientemente, reflexiona:

    “¡Infeliz de mí! ¿Qué he hecho?..He perdido la razón?”

    “...Me avergüenzo de lo que he dicho hace poco”.

    “Porque he recobrado el seso, y el dolor me atormenta, y si la locura es un mal, más vale morir sin sentirla”.

Es típico del arte euripídeo el presentar las escenas en diferentes grados de intensidad dramática: a la meditación serena contrapone la expresión pasional.

“Euripídes es el primer psicólogo...Es el creador de la patología del alma...Por primera vez, con despreocupado naturalismo, se introduce en la escena la Locura con todos sus síntomas”, “nadie ha penetrado con mayor profundidad que este Poeta de la Crítica Racional en lo Irracional del alma humana” (en su “Paideia”, p. 320, 322). El Coro: “¡Qué enferma está, y cuán flaca!”. La Nodriza amplía los síntomas de la perturbación:

      “Pero ella lo calla todo”.

      “Se abstiene del alimento por dejar la vida”,

      “oculta y niega su dolencia”.

En el diálogo se alude a Hipólito. Fedra no desea que le hablen de él. Dice que su corazón no está  puro y es preciso purificarlo. Esta búsqueda del Amor Puro (“A males que me avergüenzan, busco salida honesta”). “religioso”, coincidentemente, será el elemento primordial que encontrará en el siglo XVII. El  Jansenista  Racine (1639-1699) en el teatro griego: la dialéctica atormentadora entre el Cuerpo y el Espíritu. Y es también a lo que se ha referido Kar Vossler cuando señaló la Doble Perspectiva luminosa de la protagonista: lo Demoníaco (Instinto) y lo Celestial (Pasión Interiorizada) (aut. cit., “Racine”, Austral).

    3.- Diálogo entre la Nodriza y su Ama: de frases breves, oraciones exclamativas e interrogativas, interjecciones abundantes. Escena decisiva dramáticamente. La Nodriza busca el origen del mal de Fedra, quien confiesa su amor por Hipólito:

      N.: “¿Amas, ¡oh hija!, a alguno?”

    F.:   “Cualquiera que sea, el hijo de la amazona...”.

(VI). Tercer momento de la acción dramática. Reconozco  estas partes estructurales:

  1. monólogo reflexivo-lírico de Fedra. A la escena de pasión sigue la reflexión serena. Es la sofística interior de la pasión opuesta  a la conciencia moral, según observó F. Nietzsche (“Obras Completas”, trad. Ovejero y Maurí y Vicen, 1967, 6ª ed., tomo V, p. 198-233 y 342-375: “La filosofía en la época trágica de los griegos” y “Hisoria de la liter. Griega”).

 

    a-1. el hombre persigue el placer, es perezoso para el bien o el juicio recto.

    a-2. el poder de la lengua: bueno o malo. Polémica con Sócrates: virtud por la Sabiduría. Vitupera el adulterio. Se perfila el conflicto amor / virtud en su alma.  Parece expresar las razones del corazón, pascalianas.

    Lengua de la Pasión. Afán explicativo de la figura mítica, aburguesamiento del personaje en temas y lenguaje, menos elevado y más cotidiano.

    Expresa la heroína  su Virtud, no quiere deshonrar a su marido e hijos. Y asimismo trasunta  el “pathos” del más ardiente apasionamiento junto con consideraciones racionalistas. Modelo inigualable para Racine.

  1. Reflexiones de la Nodriza.  Alaba el Amor  con verbosidad inescrupulosa. Alude a los filtros amorosos, justifica el adulterio, como Helena en las “Troyanas”. Muestra virtudes abogadiles, de acuerdo con la orientación Sofística de la Filosofía de la época.

 

El autor nos presenta con brillo más que individualidades en sentido moderno, “formas de reacción” de la Humanidad ante el amor: la Locura y la Virtud en la protagonista, la comprensión en su nodriza, personaje argumentador, retórico, finamente retratado, la castidad en el hijo, la ira en el padre.

(VII). La Nodriza habla con Hipólito. Fedra y el Coro oyen el rumor de los gritos de aquél: factor excitante. Hipólito monologa, discurso misógino: la mujer es un “azote”, una “peste destructora”. Abundan en Eurípides más las preguntas que las respuestas seguras.

La N.: “¡Oh hijo!, no quebrantes tus juramentos.”

H.: “La lengua juró; el alma no ha jurado”.

Este célebre verso será citado por Platón (428-347 a. C.) en dos de sus Diálogos Filosóficos, en “El Banquete o del amor” y en “Teeteto o de la Ciencia” (ver W. Kaufmann: “Platón el rival como crítico”, en su “Tragedia y Filosofía”, Barcelona, 1968). En el primer Diálogo, 199 b, Sócrates replica a Erixímaco en relación con un prometido encomio sobre el amor. Agatón pronuncia un discurso bello y variado, pero el maestro le declara ser incapaz de hacerlo, recordando el verso 612 del “Hipólito”: “Pues bien: yo no conocía ese tipo de alabanza, y por no conocerlo os prometí hacer yo también en mi turno un encomio. Fue sin duda,  ‘la lengua la que prometió, no la mente’. Adiós, pues, el encomio” (trad. Luis Gil, en “Obras Completas” de Platón, Aguilar, 1979, 2ª ed., , 4ª reimpr., p. 581).

En el “Teeteto”, 154, Sócrates dialoga con Teeteto sobre la afirmación de  que “nada puede ser mayor ni menor, ya en volumen, ya en número si permanece igual a sí mismo”. “Con tu respuesta afirmativa –expresa Sócrates- realzas debidamente las palabras de Eurípides: nuestra lengua podrá ser irrefutable, pero no así nuestro pensamiento” (trad. José A. Migues, ed. Cit., p. 900), Por su parte en la “República” (Libro VIII, 568), acusa Platón a Eurípides de defensor de la Tiranía: “Tanto Eurípides como los demás poetas  encomian a la tiranía y la hacen semejante a los dioses” (ed. cit., p. 811).

Señala Kaufmann que el trágico griego está  a medio camino entre Esquilo y Platón. Con sus diálogos teatrales inicia ya el género cultivado por el autor de “Las Leyes”. Amante de la Poesía, concibió imágenes y metáforas famosas, eternas. Para él era censurable la poesía que incitaba a la risa excesiva como la que representa lo deshonesto y vil.. Advirtió la función corruptora de ciertas tragedias, cuyos actores desempeñaban papeles vergonzosos.

Los biógrafos del autor de “Alcestes” aseveran que el mismo no fue afortunado en su matrimonio, y a ello atribuyen la “línea dura” con que retrata a las mujeres.

(VIII). La intensidad aumenta, es el nudo de la tensión dramática. Fedra, muy inquieta interiormente, se pregunta cómo evitará  “esas calamidades”:

      “¡Soy la más infeliz de las mujeres!”.

      “Sólo anhelo morir; el cómo yo lo pensaré”.

Tan apasionada, es conciente de su pecado, y el monólogo es ofrecido como un formidable escenario de fuerzas antagónicas. Se asemeja al sentimiento ético-trágico de su símil raciniano. Por otra parte, la Nodriza, ha estado primero consternada por arrancarle el secreto y luego se ofrece a colaborar como “tercera”.

(IX). Suicidio de Fedra.

No ocurre en la escena, sino que el Coro lo refiere, y una esclava, se ahorca, suspendida del techo de su habitación, habiéndose debatido conflictivamente entre el amor y la virtud. En la obra homónima (1918)  de Unamuno, Pedro, su esposo, al morir ella, exclama que ha sido una santa, una mártir (acto III, escena XIV).

En Racine se acentúa, ante su desesperación, la nobleza de Fedra (acto V, escena 7): “Hay que devolver la inocencia a vuestro hijo, él no era culpable”.

Se ve en Eurípides, en este momento de su obra, y con intensidad, el poder del alma humana para realizar actos demoníacos.

(X). Llega Teseo. Eurípides había escrito un perdido drama, “Teseo”, al que alude Aristófanes en “Las ranas”.

Teseo

Teseo

Cunde su ira y su desdicha. Ante él, un espectáculo horrible: el cadáver de su esposa. En sus manos, unas tablillas, es el despecho de una mujer rechazada por un hombre orgulloso. El Coro, da relieve al poder del Destino, de lo Fatal en la vida humana. “Inevitable es el Destino”: esencia de lo Trágico. Fedra se vengó de Hipólito atribuyéndole pasión por ella.

Y ahora, la promesa de Neptuno: Teseo, le pide, con cólera, la muerte de su hijo.

(XI). Aparece Hipólito.

Reflexión de Teseo, siempre en Eurípides, sorprende el afán  de dudar, explicar y moralizar:

    “Hombres que tanto y tan vanamente estudiáis: ¿a qué aprendéis innumerables artes, y sobre todo investigáis y pensáis, y lo único que no sabéis ni podéis enseñar es la de hacer bueno al que no lo es?”.

Ira y zozobra en el alma del padre, lenguaje enfático. Impreca al hijo, lo llama “el más malvado de los hombres”. Éste se jacta nuevamente de su castidad. Pero es desterrado, apenado por una acusación injusta.

El Coro oficia de factor retardante de la acción, generalmente reflexiona, ahonda en pensamientos sobre las pasiones representadas en la escena:

    “Todo cambia en este mundo, e inconstante es la vida humana, y sujeta a muchos errores”.

El Coro llora desconsoladamente la idea del hijo casto y orgulloso.

    EL MITO DE FEDRA EN EURÍPIDES (II).-

                              Por Guillermo R. Gagliardi.

(XII). El mensajero llega a la ciudad, anuncia lo sucedido al hijo, en el Golfo Sarónico.

Es un magnífico monólogo épico, donde comunica al padre la partida del hijo, la aparición  monstruosa de un toro, que espanta a los caballos, siendo Hipólito embestido contra las rocas. Los críticos han señalado  el valor plástico de este relato (ver  relaciones con Racine y Séneca, relato de Terámenes). Parlamento extenso, pronunciado por el mensajero, que es una especie de prudente y sabio consejero.

(XIII). Aparición de Diana ante Teseo.

La Diosa le revela la verdad: la castidad del hijo, la falsedad de la madrastra, la imprudencia de la Nodriza (quien primeramente apareció  tan meditativa y comprensiva) y el juramento y nobleza de Hipólito. .

(XIV). Viene Hipólito, moribundo.

Diálogo de éste con la Diosa protectora. Venus fue la causa de la Tragedia:

      “Enojada porque no la adorabas, se vengó de tu castidad”

      “La grandeza de tu alma ha sido causa de tu ruina”.

Continúa un dialogo del padre con su hijo. Teseo se muestra arrepentido. Artemisa le concede a su cultor, ser venerado por las doncellas, honrado por himnos y ofrendas eternamente. La Diosa ha oficiado de “Deus ex Machina”, desenreda la trama y establece el orden fnal.

G. Murray estima que este “Prólogo” por Venus y “Epílogo”, por Diana, pronunciados por personajes divinos, implican un retorno deliberado al origen ritual del Drama (Ver su “Excursus on the Ritual Forms Preserved in Greek Tragedy”). Significa la aparición del “daimón” al principio y al final, en reaparición cíclica de la muerte y la resurrección, núcleo místico de la tragedia

María R. Lida de Malkiel habló de la tendencia euripídea por un drama de estructura arcaica y fija, con “descarnado intelectualismo”, lo que parece un relato de un cuento remoto (en su “Introd. al  teatro  de Sófocles”).

Hemos observado que a nuestro trágico le interesan más los personajes que los coros. Aquéllos recitan verdaderos “solos” de pasión o de melancolía. Mientras a Séneca, le cautiva, y nos cautiva, el efectivismo escénico y estilístico (estilo conmovedor y excitante). Sófocles marca sus preferencias por el argumento y su construcción en el drama. A Racine, por su parte, le interesará caracterizar a su anti-heroína con rigor y economía de recursos teatrales. Unamuno (1864-1936), asimismo, continúa al francés, en la pintura patética de un drama íntimo y desecha el tradicional  elemento coral..

Arte Realista. Tragedia dominada por la Perspectiva Humana, enmarcada por el singular papel de las dos Diosas.

Aristóteles  llamó a nuestro dramaturgo, el más trágico de los Poetas. En su origen, mitológico, la Tragedia era sólo Coro, pero Eurípides, anuncia Nietzsche, perdió la “inteligencia del mito” y “el genio de la música”, base originaria del drama griego.. Toma el Mito y lo transforma en una lucha entre las Convenciones sociales (Fedra es casada y su amado es el hijo de su arrojado esposo) y el Poder Irracional del Amor. Por ello hablamos del Realismo del Mito y en el arte euripídeo basándonos en Nietzsche.

Para el filósofo y filólogo alemán nuestro trágico sacó  al hombre de la vida cotidiana para traerlo a la escena, seculariza el drama helénico. Sus personajes  salieron de las filas de los espectadores.  “El espejo, que no reflejaba nunca más que rasgos nobles y fieros, acusó desde entonces esa ‘exactitud servil’, que reproduce minuciosamente las deformidades de la naturaleza” (“El origen de la tragedia” y “Cultura de los griegos”, restallante prosa y pensamiento del germano, en tomo V, ed. cit.).

El “Hipólito” es concebido por su creador en la época de la Ilustración Griega, donde se critican las tradiciones, los mitos y las instituciones (el “mitos” se opone raigalmente al “logos”). Así Critias sostenía que los dioses eran otra cosa que el producto de hábiles mixtificaciones humanas.

Razona el filósofo Nicola Abbagnano: “Para evitar que los hombres cometan a escondidas actos considerados como malos o perniciosos, es necesario persuadirlos de la existencia de divinidades a las que no se puede ocultar ninguna culpa y pueden castigar en mil modos imprevisibles a los transgresores” (en su “Historia de la Pedagogía”).

En la Tragedia se unía Lo Religioso (Culto a Dionisos-Baco, los ditirambos) y Lo Humano (el hado, la muerte, Moira, Ananké). M. C. Griffero: “Origen histórico-religioso de la tragedia griega” (Bs. As., 1981.

Deducimos que nuestro autor es un Poeta original, como todo auténtico Creador, reconoce  la fuerza Divina, pero prefiere la Voluntad y el Raciocinio (de allí la simpatía de Racine). También es maestro en la pintura de los matices emocionales y de la ternura. Su cosmovisión es relativista, inspirado en los sofistas Protágoras, Pródico, Gorgias, Hipias, quienes eran profesores viajeros, expertos en el arte de triunfar en la vida pública, por la retórica y la persuasión..

Y su obra dramática revela una  “inquietud espiritual”, que es, también, el rasgo distintivo de su personalidad de intelectual, poseedor de una de las primeras y más importantes bibliotecas griegas en su época.  
 
Su obra significa el paso de las expresiones esquilianas,  el más grande poeta religioso griego, y los Himnos sofocleos, a la concepción según la cual todos los poderes del Universo son malos e irresponsables, y no hay nada en que el hombre pueda confiar, ni en la Tierra, ni en el Cielo.

M. R. Lida ha comparado la esencialidad y luminosidad del autor de “Antígona”, poeta de la Realidad Humana Universal, con el genio crítico y sentimental, es decir, básicamente contemporáneo, de Eurípides. También a ello se refiere W. Kaufmann cuando señala el influjo del “Hipólito” en “Las Traquinias” de Sófocles: los motivos de la infidelidad conyugal, Deyanira perdona a Hércules y su  amante...

Esta base filosófica, concuerda con una Política. El siglo V es el de la expansión colonizadora, el tráfico comercial intensificado, el de los problemas prácticos, las guerras Persas que obligan a participar  a clases más vastas en las Asambleas, evidenciándose el poder de la Dialéctica y la Retórica.

Ello es consecuente con la no existencia de un criterio absoluto de Verdad; cunde el Relativismo y el escepticismo (nada existe, si algo existiese, sería incognoscible e incomunicable).

Éste es el fundamento en que germina el arte de Eurípides, “supremamente audaz y humano” (W. Muschg: “Historia trágica de la Literatura”).

Entre Eurípides y Racine hay 2.000 años vacíos, ha escrito el ensayista Ezequiel Martínez Estrada... “De todos los poetas clásicos es el que merece la admiración sin ninguna reserva”. “Por primera vez en E. aparece como un deber elemental del arte la voluntad de traducir en sus obras la realidad tal como se da en la experiencia” (W. Jaeger).

Su estilo “naturalista” posee una base ética: la Democracia. No una ética nobiliaria,, de la aristocracia del nacimiento (los Héroes o progenitores de la Raza). La Democracia ateniense implica un estado y una moral plutocrática: las rentas, el imperialismo. A excepción de E. y algunos sofistas, es opinión de Arnold Hauser, los artistas estaban a favor de los nobles y los reaccionarios (“Historia social de la literatura y el arte”, t. 1).

El idealismo estético de la Cultura Nobiliaria elegía temas míticos de Dioses y Héroes en estilo grandilocuente y normativo, creyendo en una Humanidad superior, en un mundo Aristocrático. Ante esta concepción de vida y del arte, E. prefiere presentar una Fedra que desea ocultar ante todo su deseo culpable en los abismos de su alma, es un naturalismo psicológico.

Aunque la forma exterior de la Tragedia era Democrática, representación pública, el contenido había sido Aristocrático (leyendas, sentimiento heroico trágico de la vida que se derrumba,).

Este “hijo de verdulera”, este “colector de novedades y necedades”, este “fabricante de mendigos”, este “remendón de andrajos”, como lo apodaba la incomprensión y la mediocridad de sus contemporáneos, y hasta el mismo Aristófanes, por el despliegue excepcional de la totalidad de la Existencia Humana con una fuerza vital, física y creadora en sus dramas, se interesa  por el estudio concreto de los caracteres psicológicos, huye de lo tipificador hacia lo Individual, lo conversacional, lo cotidiano.

Con juicios de la Sociología literaria, los ideales Caballerescos y Agonales de la Nobleza se transformaron en Virtudes Burguesas: el juicio sano, la elocuencia pública, la necesidad de enseñar la virtud y de adquirir ciencia. Nace la auto-observación, el reconocimiento del carácter condicionado de las normas éticas y la relatividad de lo Justo y lo Injusto, lo Bueno y lo Malo...

El poeta Giorgos Seferis (1900-1971), Premio Nobel 1963, evoca a “Eurípides, ateniense”, en su “Imerologuio katastrómatos. Diario de a bordo HI” (1955): “Vio las venas de los hombres / como una red donde los dioses nos prendían como fieras; / procuró romperla. / Era áspero, tenía pocos amigos; / vino el tiempo, y los perros lo despedazaron” (trad. Horacio Castillo). Ve al autor del “Hipólito”, descarnadamente, como un Prometeo, liberador de los hombres des-uncidos de los dioses. Seferis había traducido el “Prometeo” de Gide. Un artista “áspero”, beethoveniano en su lucha incansable y solitaria. En pocos versos profundos, atisbó la esencia de la obra euripídea. Su búsqueda de la Libertad del Hombre...

En “Medea”, E. trata a la Pasión como una fuerza destructora. En diálogo con el Pedagogo reflexiona la maléfica protagonista: “Ya conozco en toda su extensión la horrible maldad que voy a cometer, pero la ira es mi más poderosa consejera, causa entre los hombres de las mayores desventuras” (versos 1077 y ss., ed. y trad. cit.). Configura el “tymos”, la pasión, motivo de los peores crímenes del ser humano, piensa el dramaturgo griego.

Con lo cual postula la causa irracional de tales impulsos. Se es Hombre, enseñaba Sócrates, en la medida en que progresamos en el conocimiento de nosotros mismos, evitando que nuestro accionar moral sea dirigido por las pasiones, la ira, el placer o el temor.

En el “Protágoras” de Platón,, p. ej.: “en el alma de un hombre, no es la ciencia la que domina y reina, sino algo distinto, ya sea la impulsividad, ora el placer, ora el dolor, o tal vez el amor, a menudo el temor...” (trad. R. Mondolfo). Quien se entrega al mal, como Medea, a la pasión amorosa, como Fedra, no es sabio ni inteligente, se deshumaniza.

“El hombre malo hace el mal involuntariamente” piensa Platón en “Hipias menor”...Lo que vale es el juicio claro, la lógica del pensamiento, la coherencia del espíritu, la Libertad como magisterio interior.

En E. hay una supremacía de lo Irracional. Valor de la Razón en Sócrates, su antítesis en este tema. Conjetura Kaufmann en su “Tragedia y filosofía” y Lesky en su “Historia...” una influencia de las ideas del dramaturgo en las del coetáneo Sócrates (470-399 a. C.), pero en sentido opuesto, según mencionamos. Es “improbable” pero su influencia sobre Platón es “indiscutible”...

En palabras de Fedra, E. replica a Sócrates, afirmando ésta que las malas acciones no son siempre inconscientes, el mal es provocado por propia voluntad: “me parece que no todos los hombres cometen las faltas más graves por sus escasas luces, porque en muchos se observa su juicio recto; preciso es, por tanto, confesar que, aun conociendo lo bueno, no lo seguimos”.

Según Platón, su maestro opinaba, contrariamente a Eurípides, que las acciones malas no son cometidas por propio deseo: “¿Qué otra cosa decía yo: sino que ninguno  va voluntariamente al encuentro de los males, ni de lo que considera como mal?” (“Mondolfo, “El pensamiento antiguo”, ed. 1974, t. 1).

Fedra calumnia a Hipólito conscientemente. La oposición filosófica a esta acción la encontramos en Aristóteles, en su “Etica Nicomaquea”: “ningún hombre de juicio obra contrariamente a lo mejor, sino que lo hace por ignorancia”, la ciencia y la virtud se identifican. Fedra es, aplicándole los conceptos socráticos, un ser intemperante y esclavo, injusto e infeliz (reflexiones en Jenofonte, “Memorabilia”, ver Mondolfo).

Los angustiantes motivos del “Hipólito” son la pasión amorosa y el honor. Fedra se mata, dolorosamente consciente de su culpabilidad. La culpa, la fatalidad y la honra. Es el honor en el sentido trágico griego. Una variante de este motivo señalaremos en Lope de Vega.

Eurípides gustaba de variar estos motivos míticos, tomando algunos semejantes en otras tragedias, como el de Belerofonte o el de Peleo, p. ej.

En 1951 los escritores María Luz Regás y “Juan Albornoz” (Dr. Juan Reforzo Membrives) compusieron una Fedra desde el tema euripídeo con derivaciones melodramáticas, “El mal amor”. Es una “variatio” del contexto mítico tradicional, una recreación individual, con variaciones témporo-espaciales (V. R. H. Castagnino: “Semiótica e ideología en el teatro hispanoamericano contemporáneo”, 1974, p. 152, 165).

La tragedia analizada representa el Modo Anti-Heroico de ver el Mundo, lo inestable del  Destino del Hombre, los “bruscos cambios de la fortuna terrenal”.

Concluimos que Eurípides  constituye el Primer Poeta Moderno, por su éxito en el arte y su vida genialmente extrañada en el mundo. “Heraldo de una nueva época” lo llamó Arnold Toynbee.

Un creador no- oficialista, un insatisfecho en contra de las creencias recibidas, un racionalista.

Un subjetivista anti-aristocrático, . Es Teólogo, anti-teológico, y es Moralista, es Poeta. Su Fedra es mujer de nuestros días...

Bibliografía complementaria:

  • Crouzet, M., dir.: “Historia general de las Civilizaciones”, t. I: “La civilización de la Grecia Clásica. El clasicismo espiritual y estético” por André Aymard, Barcelona, 1977, 5ª ed. española, espec. p. 422-444.
  • Díez del Corral, Luis: “La función del mito clásico en la literatura contemporánea” (Madrid, 1974, 2ª ed.).
  • Garrido, Margarita: “Notas para una lectura de ‘Hipólito’ de E.” (Rev. de lengua y literatura, nº 15-16, 1994, Univ. Nac. Comahue, p. 73-82).
  • Granero, I.: “E., el hombre que no pudo creer” (en Rev. de Estudios Clásicos, t. VI, Univ. Cuyo, Mendoza, 1955).
  • Henríquez Ureña, Pedro: “Introducción al teatro de E.” (Losada, 1939).
  • Kitto, H. D. F.: “Los griegos” (especialmente cap. VIIk, X y XI).
  • Lasso de la Vega, José S.: “Hipólito y Fedra en E.” (en su “De Sófocles a      Brecht”, Barcelona, 1971, p. 85-136).
  • Murray, Gilbert: “E. y su época” (Breviarios).
  • Vaccaro, Alberto J.: “Introducción al Teatro Clásico” (Columba, 1971).

 

El mensaje espiritual de Kazantzakis

   EL MENSAJE ESPIRITUAL DE KAZANTZAKIS.- 

Guillermo R. Gagliardi

 “Querido camarada: de nuevo estoy dominado por el espíritu, pájaro sanguinario y rapaz. Inclinado todo el día sobre el papel, me desgarro y sufro tanto que jamás sabré explicártelo

  NIKOS KAZANTZAKIS, 1883-1957: estamos  ya rememorando, conmovidos, el cincuentenario de su muerte física (2007).  Vive la Literatura hasta  los tuétanos, entrega su sangre, impetuoso, en la Letra. Mente abierta a todos los paisajes físicos y espirituales. Omnívoro, pasional.

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      “La libertad ha sido siempre para mí el fruto más noble del entendimiento humano, el último acto del amor...sé que soy un grano precioso de Dios, un elemento eterno, una llama roja más allá de la lógica en la geometría del Universo”. 

Ama fervorosamente todo lo viviente. Reivindica el  valor del Hombre, de la Personalidad:

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      “Todo cuanto he deseado en esta vida... lo he obtenido porque lo he deseado áspera y ferozmente...”. 

La fuerza de sus sentimientos y de su expresión, impresionan vivamente al lector.  “A veces pienso que mi corazón ha superado la vida y la muerte, veo a todas las personas y cosas efímeras de la tierra con tal pasión, que me parece que desaparecen, ¡que son engullidas por mis ojos!”. Idealista fogoso, en superior tensión espiritual; devora todo lo que vive, con su  mirada dionisíaca, visceral, peculiarmente evangélica.

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      “Celebro saber que hay seres que leen con cierta alegría lo que con el espíritu he tratado de salvar con tantos esfuerzos transmitiéndolo en palabra. No deseo otra recompensa: no puede haberla mayor para un ermitaño”.

Abomina paradigmáticamente del industrialismo, antihumano, envilecedor del ser:

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      “el rostro de nuestra civilización industrial, salvaje, privada de toda dulzura humana, implacable, amarga al contemplar las legiones de hormigas humanas que suben y bajan por las calles, sombrías, apresuradas y sin alegría uno se siente invadido por la angustia. ¿No estará tal vez bajo los efectos de un sueño aterrador?. ¿Estará acaso la humanidad presa de alguna pesadilla colectiva?...”.

Flamea neto su romanticismo libertario ejemplar. Entre quijotesco y nefelibata, el sendero estético es el que eligió  como su destino, habiendo transitado asimismo el ‘VíaCrucis’ de la meditación política y filosófica. Su genio aúna la exaltación del Profeta y el heroísmo del Santo.

Hombre de corazón tierno y bromista como un niño o adolescente. 

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      “Para que una civilización se  mantenga en un nivel elevado, debe establecer armonía entre espíritu y alma. Esta síntesis debe constituir el fin supremo de la lucha actual de la humanidad... En este momento crítico, no existe otra salida. Debemos movilizar todos nuestros recursos para combatir la mentira, el odio, la pobreza y la injusticia. Debemos devolver la virtud a este mundo”. 

Cruzado del Espíritu, cree firmemente que la civilización de posguerra sólo ha de levantarse  sobre sólidas bases morales. Unir el corazón y el intelecto, “todos los seres humanos son hermanos”. Humanista absoluto, idealista  iluminado. Asumió el ‘Otium’ y la ‘Creatio’ con igual actitud pasional y agónica: “Mi alma entera es un grito y mi obra entera es la interpretación de ese grito”.

  •  

      “El problema más metafísico adquiere en mí un cuerpo físico que huele a mar, a tierra, a sudor humano. La Palabra, para alcanzarme, debe convertirse en carne tibia. Sólo comprendo cuando puedo oler, ver y tocar”, “...tenemos el deber, más allá de nuestras preocupaciones personales, más allá de la comodidad de nuestros hábitos, por encima de nosotros mismos, de establecernos una meta y de esforzarnos por alcanzar esta meta, día y noche, desdeñando las risas, el hambre y la muerte. Mejor dicho, no alcanzarla, pues un alma altiva, no bien alcanza su meta, la traslada más lejos. No alcanzarla, sino no detenernos jamás en nuestra ascensión. Es el único medio de dar a la vida nobleza y unidad.”.

Proteico: metafísico, existencialista.., entre el Ser y el Devenir. Beethoveniano, torrencial,  se revela el ritmo de su estilo y la densidad de sus ideaciones.

En su magnífica “Carta al Greco” señala su decisivo contacto con  el filólogo y pensador  Friedrich  Nietzsche (1844-1900), quien ejerció poderosa influencia en su pensamiento: talló en él la energía y crispación que buscaba. 

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      “Al principio me asustó, nada le faltaba: la impudicia y la presunción, un espíritu indómito, la rabia de la destrucción, el sarcasmo, el cinismo, la risa impía, todas las garras, los dientes y las alas de Lucifer. Pero su cólera y su orgullo se había apoderado de mí, el peligro me había embargado, y yo me zambullía en su obra con pasión y espanto, como si penetrara en una selva ruidosa llena de fieras hambrientas y de orquídeas de olor encalabrinante”..

Luego nos trasmitirá su deslumbramiento ante  el  teólogo, médico y músico Albert Schweitzer (1875-1965), “su hermano”,  Alexis Zorba, “el alma más vasta y libre”. ‘Pragma kai   Theoría’ en su vida y su obra.  “il poverello” y  Odysseus (Ulysses),  Buda y Lenin, marcan esa tragicidad pendular de su  esplendente escritura.

El amor por el alma rusa es muy sensible en sus novelas y ensayos. 

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      “El europeo coloca por encima de todo la inteligencia límpida, sumisa a la escala racional de los valores, el ruso coloca por encima de todo el alma, fuerza tenebrosa, rica, compleja, contradictoria, que impulsa al hombre, más allá de la razón, a la pasión violenta e irreflexiva. El ruso forma aún parte de la tierra, está lleno de tierra y de tinieblas cosmogónicas”.  

Esencialmente Kazantzakis es un formidable apologista de la inquietud espiritual, de la llama del entusiasmo. Lo esencial, reflexiona, es “ejercitar el espíritu”, esforzarse en abrir “las puertas cerradas”, en iluminar las tinieblas, en derribar las barreras que empequeñecen, que embrutecen y sofocan,  allanar las estrecheces mentales, romper la sujeción de los espíritus,  “trasponer sin perder aliento las más altas cimas que el hombre puede alcanzar”.

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      “...Si quisiera discernir los hombres que más profundamente han dejado su impronta en mi alma, nombraría quizás a Homero, Buda, Nietzsche, Bergson y Zorba”.

Éste, indómito y sanguíneo, con su amor a la vida, su ingenuidad y primitivismo desmesurados, su corazón virginal, su risa que

  •  

      “cuando brotaba... podía él derribar todos los muros –moral, religión, patria- que el hombre miserable y miedoso, ha erigido a su alrededor para caminar, cojeando, con seguridad, a lo largo de su pobre vida.”.

Su intelecto afírmase en la lectura significativa del filósofo galo: sus eternos conceptos de la Evolución Creadora, el Impulso Vital, la Intuición como conocimiento esencial. Y en la profunda experiencia religiosa en el Monte Athos y su convivencia con otro escritor  neo-helénico,  Anghelos Sikelianós (1884-1951), el fraternal poeta de “El visionario” y “Ditirambo de la rosa”.

Confiere un fin trascendente al Arte: debe liberar al hombre de las falsas morales que traban la expresión de su ser auténtico. En una era de deshumanización, miedos y angustias, las Letras han de ayudar a la ascensión del espíritu a las esferas más transparentes, a construir su  autenticidad. Proclama la movilización de todas las fuerzas luminosas para superar la bestialización. Buscar la independencia del individuo, de la Justicia, de la dignidad de la Persona. Son los perennes motivos de toda su ingente y febril obra ensayística,  narrativa, poética y dramática, sinfonía  grandiosa de aforismos, cartas, traducciones.

El Arte ha de acompañar en este camino de Redención, Responsabilidad y Fuerza de la Esperanza. Se desgarra su alma por imponer a través de su  arte literario, el Bien y la Luz, que es el ámbito por excelencia en que ha de florecer ese “junco pensante” que es el hombre. Su nativa isla de Creta, “antigua, sagrada, orgullosa, amada”, cuna de la cultura Minoica, es el símbolo de esta evolución. “Mi meta cuando escribo no es la belleza, es la redención”.

  •  

      “El alma, aplastada como está por el cuerpo, no puede desplegar libremente sus alas y se ve obligada a seguir a pie los sentidos de la carne”.

Amaremos a ese gusano que se trasforma en mariposa o pez volador. Porque Dios es superación. Hemos de ser hechizados por la Palabra subida, incandescente,  de Jesús, Buda, Homero,  para humanizarnos. Su último, supremo legado artístico: su gigantesca “Odisea”, pletóricos versos henchidos de hermosura, apología de la voluntad y hondos pensamientos. Obra Maestra de la lengua, prodigio de luz, ideal llama del Espíritu. Saca chispas al genio humano,  declara ardiente  Fe en él.

Revela su alma excepcional y la necesidad imperiosa de leerlo,  de tomar contacto con esa obra extraordinaria. Toda ella, un canto a la Libertad y a la evolución del Alma. A la Alegría y a la Virtud. Al  combate leonino por el Bien. A la ética superadora. 

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      “Toda mi vida había luchado por tender a mi espíritu hasta que rechinara, hasta que estuviera a punto de romperse, para crear una gran idea que diera un sentido nuevo a la vida, un sentido nuevo a la muerte, y consolar a los hombres”.

”Libertad o muerte”, Cristo nuevamente crucificado”, “El pobre de Asís”, “La  ultima tentación”, “Ascesis”, “El jardín de las rocas”, “Cristóbal Colón”, “Del monte Sinaí a la isla de Venus”,  “Teseo”, etc., deben ser leídos por el hombre hodierno, para apreciar uno de los mayores monumentos de profesión de fe Espiritualista del siglo XX y testimonio soberano del más alto misticismo y ascesis alcanzados por un escritor y pensador de nuestros días.

No puedo abandonar este  recorrido por páginas tan sublimes, de  impar grandeza, y compartirla:

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      “El que viaje por Grecia viaja de victoria espiritual en victoria espiritual. ..El espíritu ha transitado durante años las piedras griegas, adonde quiera que se vaya se  notan las huellas divinas... la luz de Grecia es netamente espiritual”.

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      “Quiero proseguir, ....agrupar a los ‘servidores del Espiritu’, escritores, artistas, sabios, en una Internacional del Espiritu, por encima de toda política, con el único fin de salvar al espíritu en peligro....El gran sabio, duque de Broglie, ve también claramente el precipicio que bruscamente se ha abierto ante la humanidad: las fuerzas, dice, que se han revelado al hombre, son tan terribles, que podrían hacer estallar nuestro planeta...”.  

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      “Ya no hay fe que someta el odiado yo a un principio elevado por encima del individuo: todos son individualistas, materialistas, adoran la materia y la cantidad, desdeñando la calidad y el espíritu. La fina corteza que ocultaba a la bestia primitiva (la moral, el amor, la belleza), se ha resquebrajado, humea el volcán y la erupción es segura. Avanzamos a un ritmo rápido hacia una terrible colisión de donde saldremos vencidos. Hambre, desnudez y miseria se abatirán sobre la humanidad, que de nuevo, lenta, difícilmente, tratará de levantarse, de organizarse, de recomenzar la marcha. ¿Cual es el buen camino? pregunta el hindú. El camino de Dios. ¿Cuál es el camino de Dios?. La ascensión. La humanidad reanudará la ascensión como Sísifo”.

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      “...si no queremos dejar  que el mundo se aniquile en la nada, debemos liberar también al amor aprisionado en el corazón humano. Es preciso que la fuerza atómica se ponga al servicio del corazón atómico. No olvidemos que la libertad y la paz, se hallan fuera de los marcos de la naturaleza. Ambas son hijas del hombre, engendradas en el sudor y las lágrimas. Mientras el hombre respire en esta tierra, se encontrarán aquí, en vanguardia, compañeras fieles, pero a cada instante están amenazadas. .. La angustia que oprime hoy a todo hombre digno de ese nombre está redoblada por una gran esperanza: más exactamente, por una gran certidumbre; el Mal acaba siempre por sucumbir bajo el todopoderoso, tardío, pero seguro Bien. Si esta ley misteriosa no gobernase el destino humano, el espíritu habría sido hace tiempo vencido por la materia”. 

            “La poesía es lo único que impide que el mundo se pudra”.

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      “..una alegría indomable, tal es la cima más alta a que puede aspirar el hombre”.

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      ”Comencé a escalar la abrupta pendiente de la libertad; liberarse del invasor era la primera etapa; luego liberarse del turco que uno lleva dentro –la ignorancia, la maldad, la envidia, el miedo, la pereza, las ideas brillantes o falsas- finalmente liberarse de los ídolos”.

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      “La razón no ve la llama vacilante que rodea al cuerpo y salta a la crisma y llama al viento como una bandera: y esto es el alma precisamente”.-

Oda a Picasso, de Elytis

Oda a Picasso, de Elytis

"Como cuando

       pegan fuego a una mecha de estopa

Corriendo después lejos los hombres de las canteras

Y hacen señales como locos

Y una racha de viento repentina se lleva por los barrancos sus

      sombreros de paja

Como cuando

      un violín del todo solo delira en la oscuridad

Melancólicamente el corazón del enamorado abre su Asia

Las amapolas en el fulgor de la bomba de mano

Y las pétreas manos en los páramos que quietas y terribles

       apuntan hacia el mismo lugar siempre

Gritan

Denuncian

La vida no es una rábida

La vida no resiste el silencio

Con surtidores de agua caliente y bolas de nieve va por lo alto

       o rula por bajo y susurra palabras de amor

Palabras que digan lo que digan mentiras nunca dicen

Palabras que empiezan pájaros y terminan <>

Porque no tiene dos elementos el mundo - no se escinde

Pablo Picasso - y la alegría y la pena en la frente del hombre

      parecen

<> - se encuentran allí donde el sueño

Deja a los cuerpos que hablen - allí donde pintas

La Muerte o el Amor

Igual de desnudos e indefensos bajo el hocico terrible del

      Norte

Porque solo así existes.

 

En verdad Picasso Pablo existes

Y contigo nosotros existimos

Sin cesar elevan piedras negras alrededor nuestro - pero tú

       ríes

Murallas negras alrededor nuestro - pero tú abres

De un solo trazo sobre ellas millares de puertas y ventanas

Que con desaforado amor magnifica y pregona los gases, los

     líquidos y los sólidos de este mundo

De forma tal que nada ya combata a lo otro

De forma tal que nadie ya combata al otro

Que no exista enemigo

Emparejados que marchen el león con el cordero

Y la vida hermano mío como el Guadalquivir de las estrellas

Que se desprenda con agua pura y con oro

Miles de leguas por los sueños suyos

Miles de leguas por los sueños nuestros..."

Traducción de Alfonso Silván, Ediciones Akal Bolsillo.

[La ausencia de todo signo de puntuación se debe a que así es como elaboraba Elytis sus versos, así es en el original, y como tal se respeta].

Sobre Picasso, Elytis también escribió lo siguiente (pero ahora en prosa):

Algo sobre Picasso (Elytis)