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Filohelenismo // Φιλελληνισμός

Escenas que dejan huella

Escenas que dejan huella

Las dos imágenes que más me han impactado de una película de todas las que he visto nunca provienen ambas del cine griego. Una pertenece a Eleni, la primera parte de una trilogía del director griego Theo Angelopoulos. Una mujer rememora una escena de dos hermanos que se encuentran en el campo de batalla y se reúnen en un momento de calma a dialogar. Cuando se despiden observamos cómo cada uno parte hacia un lado diferente, ya que son de bandos enfrentados, dejando ver de un modo magistral el absurdo de las guerras y cualquier tipo de enfrentamiento armado. La escena ha sido dotada del suficiente tacto como para no dejar a nadie indiferente y resulta bastante impactante. La película tiene un ritmo lento (a veces demasiado para mi gusto) y presta mucha atención a los detalles, concediendo gran importancia a las imágenes. Está ambientada en 1919, momento en el que el Ejército Rojo entra en Odessa y se marchan los griegos que estaban allí refugiados hasta entonces. Alexis y Eleni son los protagonistas de esta dura historia, quienes se ven obligados a partir hacia Tesalónica. Se trata de poesía en estado puro, poesía convertida en cine (y más que eso, la triste historia de la Grecia de comienzos del siglo XX), y sin lugar a dudas de una obra maestra del cine universal.

Por otra parte, la otra imagen que más me ha impactado del cine proviene de una película llamada 1922 (Nikos Koundouros, 1978), basada en la novela El número 31.328, de Elías Venezis, un autor griego del siglo XX. Esta película es sin duda la más dura que he visto jamás, sobre todo porque todas las barbaridades y crueldades que en ella pude ver no eran una mera ficción sino que formaban parte de la historia de Grecia. El filme nos cuenta las dificultades que atraviesan los griegos exiliados de las costas del oeste de Anatolia, la destrucción y exterminio a los que se ven sometidos. El año 1922 es un año trágico para los griegos, que padecen la catástrofe de Asia Menor: pierden todos sus territorios de Asia Menor (que pasan a ser de Turquía) y son obligados a exiliarse. Partieron cientos de miles en una expedición y sólo sobrevivieron 31.328, como indica el nombre de la novela. Concretamente recuerdo una escena en la que los soldados turcos ponen un cubo de agua a disposición de los exiliados griegos, quienes van muertos de sed, y quien bebe es asesinado al instante en cuanto deja el cubo en el suelo a golpe de escopeta. Dos o tres más bebieron sabiendo que sería su último trago, y cuando nadie se ofrecía para hacerlo los soldados obligaban a uno de ellos a beber para después matarlo. Era todo espeluznante. Esta película fue proyectada como clausura del I Seminario de Literatura Neohelénica que se celebró en la Universidad Complutense de Madrid, el 16 de mayo de 2006. Teníamos entre nosotros a un familiar directo de una de las víctimas que al término de la proyección alzó la voz para decirnos: "Lo que habéis visto hoy en esta película es la pura verdad. Desgraciadamente tal como cuenta la película así fue la historia".

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