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Filohelenismo // Φιλελληνισμός

Filosofía

El cinismo

El cinismo

"¡Anda, no seas cínico!"

Si buscamos la palabra "cínico" en el diccionario de la RAE, nos encontramos con lo siguiente:

cínico, ca.

(Del lat. cynĭcus, y este del gr. κυνικός).

1. adj. Que muestra cinismo (desvergüenza). Mirada, alegría cínica. Apl. a pers., u. t. c. s.

2. adj. Impúdico, procaz.

3. adj. Se dice de cierta escuela que nació de la división de los discípulos de Sócrates, y de la cual fue fundador Antístenes, y Diógenes su más señalado representante. U. t. c. s.

4. adj. Perteneciente o relativo a esta escuela.

5. adj. desus. desaseado.

 

A partir de la primera definición, somos conducidos a esta segunda definición:

 

cinismo.

(Del lat. cynismus, y este del gr. κυνισμός).

1. m. Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables.

2. m. Impudencia, obscenidad descarada.

3. m. Doctrina de los cínicos (pertenecientes a la escuela de los discípulos de Sócrates).

4. m. desus. Afectación de desaseo y grosería.

 

Como tantos otros términos de nuestra lengua, proviene del griego, claro;pero aún más allá de una mera cuestión lingüística, tenemos como trasfondo un contexto histórico muy determinado, que dio origen al término tal y como hoy lo conocemos.


El diccionario ya nos ha dado la pista principal: los cínicos pertenecían a una antigua escuela filosófica, y aunque la escuela del cinismo la fundó Antístenes, Diógenes se constituyó como su figura más destacada.


Pero ahondemos en esta cuestión, ¿quiénes fueron los cínicos? ¿Cuáles eran concretamente sus ideas y su filosofía de vida?


Las características principales de los cínicos eran el ascetismo y el énfasis en la suficiencia de la virtud para alcanzar la felicidad. Fueron muy conocidos también por su audacia en el discurso y el atrevimiento en sus acciones. Para lograr su meta necesitaban una exigente preparación y entrenamiento que fortaleciera su voluntad e imperturbabilidad del yo.


El perfil del cínico clásico se resume en la desvergüenza de sus actos y en su ejercicio de la libertad de expresión.


Fueron influidos pero también fueron influencia, ya que el filósofo que más les influyó fue Sócrates, y ellos a su vez influyeron a otra escuela filosófica del helenismo: el estoicismo.


Antístenes (que vivió en torno a las siguientes fechas: 445-360 a.C.) es considerado el fundador del cinismo. Se mostraba muy orgulloso de su fortuna, consciente de que aunque no poseía dinero, sabía sobrevivir en cualquier circunstancia. Es en este punto, por ejemplo, donde sigue el pensamiento socrático. Y además anticipa a los estoicos al considerar que la virtud, y nada más, es suficiente para la felicidad, pues la persona virtuosa es capaz de desenvolverse con propiedad en cualquier situación.


Otro punto en común con Sócrates es que ambos consideran que el alma es más importante que el cuerpo. Y a diferencia de los cínicos posteriores, ellos dos sí aceptaron el placer cuando éste se hallaba al alcance.


En cuanto a Diógenes de Sínope (400-325 a.C.) continuó la idea de prestar énfasis a la autosuficiencia y a la importancia del alma, llevando ya la indolencia ante el placer hacia el ascetismo.


Platón definió a Diógenes como un "Sócrates enloquecido".


Sentía un profundo rechazo ante las normas vigentes, que consideraba corruptas, e intentaba eliminarlas. Por tanto, adoptó la frase "¡Destruid las convenciones!". Se esforzó en reemplazar los hábitos adquiridos mediante la costumbre por los auténticos de la naturaleza (aquello que mínimamente necesitaba un ser humano y que no se lo proporcionaba la sociedad). Y fue en este momento cuando recibió el nombre de "cínico", que procede de la voz griega κύων (kýon = perro), ya que se mostraba tan desvergonzado como un perro.


Se nos cuenta de él que un día llevaba consigo una lámpara para ver si así lograba hallar un hombre honesto (simbolizando de esta forma la corrupción presente en la sociedad de su época).


Diógenes siempre prefirió expresarse mediante la acción, el comportamiento y las elecciones concretas, más que mediante textos escritos.


Otra anécdota muy conocida sobre él es la siguiente: Un día que se encontraba tomando el sol, Alejandro le preguntó: "Pídeme lo que quieras". A lo que Diógenes respondió: "Apártate y déjame mi sol".


En otra ocasión, pidió a cierto individuo que le procurase un lugar donde alojarse. Como éste demoraba su respuesta, Diógenes escogió un tonel como habitación. Y si en verano se revolcaba en la arena caliente, durante el invierno se abrazaba a las estatuas cubiertas de nieve, buscando siempre acostumbrarse a las dificultades.


Y el más famoso de los sucesores de Diógenes fue Crates, un ciudadano beocio de Tebas, que renunció a su fortuna para convertirse en cínico. Parece ser que en vida gozó de mayor favor incluso que el propio Diógenes. Llegó a ser considerado como un bien doméstico para muchos ciudadanos.


Obtuvo matrimonio con Hiparquia, quien también se convirtió al cinismo y que, ante los reproches de su familia, replicó que era mejor educarse a sí misma que trabajar con un telar.


También Crates hizo hincapié en la idea de la felicidad como autosuficiente y que era necesario el ascetismo para alcanzar la autosuficiencia. Consideraba que nadie podría ser feliz si se intenta hallar un equilibrio entre el placer y el dolor, puesto que en cada etapa de nuestra vida siempre hay un predominio del dolor frente al placer.


Con todo esto se podría considerar que el cinismo antiguo fue más una actitud ante la vida que una doctrina o cuerpo de ideas.

 

Aunque Diógenes no fue muy amigo de la escritura, otros cínicos posteriores, como Crates y Menipo de Gadara fueron autores de un género mixto seriocómico (σπουδαιογελοῖος), innovaciones literarias surgidas en el seno del cinismo, y que llegaron más allá, ya que otros autores latinos profundizaron en ese género, como Varrón y Luciano.

 

El cinismo continuó estando activo durante el siglo III a.C. volviendo a tener alguna importancia durante el siglo II d.C. tras un aparente declive. Sin embargo, no nos dejemos engañar, no ha dejado desde aquellos tiempo de la Antigua Grecia, de tener influencia en la historia del pensamiento.

 

Bibliografía consultada:

 

- AUDI, Robert. Diccionario de Filosofía, Ediciones Akal, 2004

 

- MUÑOZ, Jacobo. Diccionario Espasa Filosofía, Espasa Calpe, Madrid, 2003

 

- V.V.A.A. Atlas universal de filosofía, Editorial Océano, 2006

 



Introducción a Aristóteles

¡Feliz 2011!

Decía Aristóteles que "la esperanza es el sueño del hombre despierto". Hoy me apetecía rescatar este pensamiento del filósofo griego para felicitar el año a los lectores del blog.

Que no perdamos la esperanza para avanzar hacia mejores horizontes, que lleguen tiempos más prósperos, que este mundo vaya curando sus heridas.

Que estemos despiertos para poner de nuestra parte en que todo mejore cuanto pueda, hacen falta muchas manos para las grandes empresas.

Los sueños de la vigilia son también necesarios y nuestra evolución en la naturaleza no sólo una necesidad, sino una norma de la naturaleza.

Que por imposibles que parezcan ciertos sueños, nunca hay que rendirse.

Mantengamos la esperanza como el motor que nos impulsa hacia gratos destinos.

Que poco a poco se vayan cumpliendo (al menos en parte, al menos algunos)  nuestros sueños y proyectos. Que el nuevo año 2011 nos ayude y reparta buena suerte.

FELIZ AÑO 2011

Magisterio universal de Sócrates y D. F. Sarmiento

   MAGISTERIO UNIVERSAL DE SÓCRATES Y D. F. SARMIENTO.-

  Por Guillermo R. Gagliardi.

10.- De “Apología de Sócrates”:

    -“Me atraje enemistad de parte de muchos. y esto es lo que me ha de condenar” (28 a)..

    -“he aquí, en efecto, señores atenienses, la verdad. en el puesto que alguien se coloca, allí, me parece, debe permanecer arriesgándose y sin prevención contra la muerte ni ninguna otra cosa más que contra el deshonor” (28 d).

    -“El dios me ha aplicado a la ciudad de un modo análogo, para que los despierte, persuada y reproche a cada uno en particular, sin cesar el día entero...” (30 e).

    -“El  que yo me haya despreocupado de todas mis cosas, y me haya mantenido descuidando mis propiedades durante muchos años y ocupándome en cambio siempre de las cosas de ustedes...” (31 b).

    -“suficiente testigo, en efecto, creo es el que yo ofrezco de que digo verdad: mi pobreza” (31 c).

    -“No esperen entonces de mí, señores atenienses, que haga frente a ustedes cosas que no considero honorables, ni justas, ni religiosas...” (35 c-d).

Según explica el crítico y docente A. Pagés Larraya, basándose en juicios de Martínez Estrada, “El severo patrón ético” sarmientista surgía de su frecuentación excepcional y asimilada, de los pensadores estoicos, “y más expresamente de la ‘Apología de Sócrates’”. Virgiliano y socrático, ciceroniano y homérico, don Domingo era un soberbio “enamorado de los mitos clásicos y de las grandes epopeyas greco-latinas” (autor cit., “El adiós de Sarmiento”, en Boletín  de la Academia Argentina de Letras, 1991, nº 221-222, p. 370 y 378).

Como el maestro de Platón en su “Apología”, Sarmiento también podría admitir que “nos equivocamos cuando nos figuramos que la muerte es un mal, siendo así que, para el hombre de Bien, no podría haber  más ni en esta vida ni en la otra; pues los dioses no son indiferentes a nuestra suerte”.

Confiésase al morir según Platón, condenado por “creer en otras cosas demoníacas nuevas” (26 b2 – 28 a 4). Aclara sobre la muerte de Sarmiento, el Dr.  Nerio Rojas (ob. cit., p. 103): “Así murió este hombre batallador: tranquilamente. Es la muerte serena, mezcla de resignación y de heroísmo, que tuvieron los viejos maestros de la filosofía griega.  Es Gorgias, es Epicuro, es Sócrates. Es la despedida de los grandes, cuya alma se esclarece con un presentimiento de inmortalidad”.

Mauricio Rosenthal en su “Sarmiento y el teatro” (1967, p. 108): “En todos los instantes se levantarán en  corazón las columnas que todavía restan del Partenón. En todas las instancias, en los episodios más importantes de su vida...”.

  (Conrado Eggers Lan: ed. de “Apol. de S.” Platón, Eudeba, 1971, espec. p. 69-110;, A. Tovar: “Vida de Sócrates”, 2ª ed., 1955; René Kraus, “Vida pública y privada de S.”).

El peculiar ensayista Héctor A. Murena (1923-1975) en “El nombre secreto” (1969 (antes en “Ensayo sobre subversión” 1962) estudia la voz de la ‘Propaganda Fidei’, la de Saulo de Tarso y la voz de la Revolución, la de Sócrates. Sarmiento lo ubicamos entre uno y otro. Parte de su fervor por la difusión de escuelas, la propaganda enciclopédica del saber masivo, la Ilustración americana, y se propone un cambio, del fanatismo religioso y la Barbarie, al Progreso de la ciudadanía.

La voz del autor de “Educación Común” adquiere la entidad considerable de voz de la transformación republicana. Grito del inconformista (Sarmiento  es un grito según Eduardo Wilde). Es el Constructor de la Organización Nacional, el que, cual  el “tábano ateniense” no cesa, no, de “amonestar y aconsejar” (ob. cit., “La voz de la Revolución”, p. 54-55).

Como  uno en Grecia, el otro, en la ciudad americana, intenta introducir nuevas Divinidades, anuncia y busca febrilmente convertir al pueblo al culto de nuevos Dioses: la Biblioteca y la Escuela popular, el libro. Y sacrificando en sumo grado su persona  por el lema adoptado de “Servir a la Humanidad”. “Descuidando-como alegò el sabio griego- lo que la mayoría cuida, el dinero, el hogar, el ser estratego caudillo y las conjuraciones o sediciones ciudadanas!. (v. “La razón en la trampa. La superioridad de Sócrates sobre los sofistas atenienses” por Ignacio Blas, en “La Prensa”, 12-2- 1995; “Sócrates, la naturalidad y la muerte”, Carmen Gándara, en su “El mundo del narrador”, 1968, p. 182-185, y en revista “Realidad”, 1949).

Sócrates fue, simbolizó, el “Filósofo incómodo” para su tiempo, como el cuyano, el político molesto, agudo, gritón, pendenciero, adelantado...

Comedor, callejero y danzarín, hijo de una “comadrona”. Bebedor siempre lúcido y burlón, así lo evoca justamente Alfonso Reyes en su “Las burlas veras. 2º ciento”, 1959, incl. en sus “Obras Completas”, México, t. XX, p. 152). “insistió en que su  misión para con la ciudad era la misión providencial del tábano para con el caballo: excitarlo y hacerlo brincar” (autor y loc. cit., también “La persona de Sócrates, tan mordiente”, íd., t. XIII, p. 89, “La crítica en la edad ateniense”, 1941).

Maestros  y parteros del alma, del alumbramiento interior, en el encendimiento y apertura al Bien y la Belleza. “Dice la mitología griega que cuando Zeus quiere derramar bienes y alumbrar el camino de los mortales, siembra entre ellos un alma grande hecha de luz, de sabiduría y de bondad, en la persona de un sabio, un artista o un héroe” escribe el escritor y político Benjamín Villafañe h. (1877-1952) en su “Motivos de la selva y de la montaña”, 1952, p. 108).

Paul Groussac (1848-1929) evocó al argentino en diversas ocasiones (1904, 1920, p. ej., en su “El viaje intelectual”, 1ª y 2ª serie) “entre sublime y grotesco”, “rugoso y desarmónico, con su abollada máscara de Sócrates guerrero”. Su inmensa presencia le sugiere “a un tiempo el pórtico de Atenas y el antro del Cíclope”. En definitiva, “uno de los seres  más extraordinarios que me fue dado contemplar”.

Francisco Romero (1891-1962), el ensayista y docente sarmientino, autor de “Teoría del hombre” y “El hombre y la cultura”  entre otras contribuciones magistrales, dijo de Alejandro Korn (el médico y pensador, 1860-1936) lo que nosotros apreciamos en Sarmiento socrático: “Como en el caso de Sócrates, su verdadera obra, fue un movimiento, una conmoción de los espíritus, cierta atmósfera que supo crear a su alrededor...” (en “Sistema filosófico” de A. Korn, Nova, 1959, p. 9). (F. Romero: “La cuestión socrática”, en rev. “Nosotros”, a. 22, nº 227, abr. 1928, p. 111-114).

Juan B. Terán, historiador y escritor argentino en su “Espiritualizar nuestra escuela” enfoca a Sarmiento socrático. “Alma de Maestro” por su efusividad y sinceridad, su llaneza, su desinterès y generosidad. Y sobre todo, se asemeja al filósofo griego por su docencia ética y su “eironeia”, su fervor de enseñar polemizando, gritando, contradiciendo, desbordando. Es “partero” y padre a la vez, guía, iluminador. Maestro activo que enaltece al educando y busca la emancipación de su intelecto y la formación de su conciencia. Práctico y riguroso, pero también intensamente humano y sensible.

“Aprendizaje y magisterio constante, puede decirse que, como los peripatéticos griegos, enseñó por donde anduvo, dándose el caso frecuente de detenerse en las calles a explicar un tema y conversar con cualquier desconocido” César Godoy Urrutia: “Recuerdo e interpretación de Sarmiento” (en “S. Cincuentenario de su muerte”, 1939, t. II). Se advierte el “more socrático” en el temperamento de maestro y de amante incondicional del conocimiento.

Julio del C. Moreno: Discurso (en “Sarmiento. Cincuentenario...”, t. I, p. 445, 1939): “Sarmiento fue maestro en el amplio y augusto sentido del vocablo.  Maestro como Sócrates, como Cristo, sacerdote laico que hace de la escuela un templo”.

Martín García Mérou: “Sarmiento” ídem, anterior, p. 470): “habiendo en su fisonomía, como en su corazón y su talento, rasgos de Sócrates y de Pericles...”.

“Esta es la recompensa que los pueblos tienen prontita para los redentores desde Sócrates hasta nuestros días”. Adelanta así los sufrimientos de su vida pública posterior, su “martirologio” por la Santa Causa de las Escuelas. Y se prefigura su interesante parangón con el griego. Él también tiene la divina pasta de despertador y libertador.

Destino individual y nacional están unidos en su persona Considera su acción de estadista constructor como obra de “redención colectiva”, de alcance continental, , universal, de fines cristianos. Redentor como Sócrates, a quien se refiere en sus “Viajes” (1847), carta desde Ruán dirigida a Carlos Tejedor el 9-5-1840. Al evocar con entusiasmo las doctrinas sociales del pensador francés, utópico, crítico de la economía capitalista,  Charles François  Fourier (1772-1837) observa que fue derrotado por los intereses creados y privilegiados de siempre: “y lo colgaron, nada más natural. Así se ha hecho siempre con los que han venido a turbar la tranquilidad pública con nuevas doctrinas”.

11.- Conclusiones.

Adelanta el sanjuanino su propia gesta civilizadora que luego desarrollará en su país con ímpetu y pasión extraordinarios.

(Ver “Sócrates educador” Susana A. Orden, en rev. “Antártica siglo XXI”, 1994, nº 1, Fundación Cultural A. Castex; “Lo viejo y lo nuevo del método socrático” Margarita Costa, en su “Filosofía y formación humana”, Instituto de Investigaciones Educativas, 1978, p. 5-8; “Sócrates y la conciencia del Hombre” Micheline Sauvage, Aguilar; “Arquéalo, maestro do Sócrates” A. J. Cappelletti, rev. de Filosofía, La Plata, nº 9, p. 79-96, 1960; “Por el camino de Sócrates o ensayo sobre una metafísica de lo pedagógico” F. W. Torres, Córdoba, 1945 “Sócrates, Galileo, Leopardi y otros ensayos de Estética” Giovanni Turín, Partenón, 1947).

“Casi podría asentirse que tuvo conocimiento en la fuente –Platón o Jenofonte- de la dialéctica socrática, pues el ‘Facundo’ es un diálogo tremendo entre él y la tiranía” (Emiliano Oliva, “La estructura institucional argentina a través del ‘Facundo’”, 1946, p. 44). Destaca el Dr. Oliva en su serio estudio el “núcleo socrático” de las ideas sarmientinas, por su afán tenaz por la verdad ilimitada y por su tensión dialógica crítica, libremente discutidora.

“Difícilmente reitiraráse en nuestra historia un caso análogo al del prócer, de más congénita y corajuda vocación por la verdad” (ob. cit., p. 46). Escribe reveladoramente Sarmiento: “Llevo adelante mis ideas, a la luz del día, por la prensa, por los libros, por los periódicos, por la discusión” (“Crónica”, 1849).

El escritor y diplomático español Salvador de Madariaga (1886-1978), en su “Europa y América”, “La tradición socrática cristiana”: el socratismo sarmientesco consiste en el espectáculo formidable de su voluntad fuerte y su intelecto libre, abierto, sin prejuicios.

Karl Popper (1902-1994, filósofo y sociólogo) en su “La sociedad abierta y sus enemigos” (Planeta, 1992, p. 186): “Debido a su insistencia en el lado humano del problema político (...). Era el aspecto inmediato, personal, de la sociedad abierta, lo que a él le interesaba (...). Sócrates era un maestro”. Era un devoto y un práctico el Bien y del Desinterés. Fue “el maestro-político” de fe “demasiado fuerte”. Cultor intransigente de la Libertad de pensamiento.

Sarmiento es un genio americano y español en su esencia.

Concreto en sus ideas, obsesionado por su aplicación. El centro de interés de su lema es el Hombre.

Su mente y corazón obedecen sobre todo a la Pasión (Ver S. de Madariaga: “The genius of Spain”, 1922, “De Galdós a Lorca”, 1960, y “Ingleses, franceses, españoles”, 1929).

Hispano en su realismo y en su misticismo. Su prédica y acción de Estadista y Pedagogo tiende a un Humanismo liberal, sostenido calurosamente, entre polémicas y fracasos y  realizaciones titánicas.

Energía volcánica muchas veces, desorganizada. Firmeza  y progresismo caracterizan su personalidad.

Socrático en su individualismo, su primordial mensaje de Libertad. Cristiano en su interés humanitario,  en sus planes de mejoramiento de la persona humana integral.

“Evita la abstracción, rehuye la especulación pura y aborrece el bizantinismo”, así define Madariaga al Genio Hispánico.

Rinde culto a la urgencia de la acción. Su vitalismo nietzscheano condice con  su trayectoria pública y privada.

“No  ceso en absoluto durante el día entero de aguijonearos...” (“Apología”, ed. cit., p. 210).

     

Sócrates, como el otro, nos sigue observando: “mis queridos atenienses, os quiero y os amo, pero obedeceré al dios antes que a vosotros y en tanto tenga aliento no cesaré de filosofar y de amonestar y aconsejar a vosotros. ...Me absolváis o no, no haré otra cosa, aun cuando me exponga a morir mil veces”.

Término medio aristotélico

Aristóteles es el filósofo que destaca por considerar que la virtud se halla en el término medio. Si leemos su Ética a Nicómaco no quedará ninguna duda al respecto, pues en ella constantemente nos intenta demostrar su valor y para ello se acompaña de múltiples ejemplos extraídos de la vida real; sobre todo del campo de la medicina (el padre de Aristóteles era médico). Pero no debemos olvidar que ya previamente el ideal del término medio estaba presente en las ideas del pensamiento griego, y los Siete Sabios (Cleóbulos de Lindos, Solón de Atenas, Quilón de Esparta, Bías de Priene, Tales de Mileto, Pítaco de Mitilene y Periandro de Corinto) ya alabaron su importancia. Por ejemplo, corresponde a Solón de Atenas la máxima "ΜΗΔΕΝ ΑΓΑΝ" (Nada en exceso), inscrita en la entrada de la Academia de Platón.

               Platón y Aristóteles

La ética aristotélica considera que para alcanzar la felicidad hay que hallar previamente la virtud, llegar a ser virtuosos. Y Aristóteles nos habla de cuatro virtudes cardinales, de las cuales tres radican precisamente en ese ideal de moderación que predica: la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia. A excepción de esta última, que no admite gradación, ya que o se es justo o no se es, pero no hay medio camino, el resto sí que, como vemos, están basadas en un punto medio entre dos extremos. Tanto el exceso como el defecto resultarán, por tanto, perjudiciales para nuestra búsqueda de la felicidad. La prudencia resulta ser la síntesis de cada una de sus virtudes ideales. Eso sí, de algo nos advierte Aristóteles: ese término medio es relativo a nosotros, pues somos nosotros quienes hemos de decidir dónde se halla nuestro término medio, no hay una fórmula fija y universal para todo ser humano. Cada uno ha de saber elegir el punto medio de sus extremos, y es aquí donde la ética resulta ser algo necesario: hay que saber elegir lo adecuado, elegir correctamente el καιρός (el momento oportuno), la ocasión perfecta. Es la fuerza de la costumbre lo que nos hace ser virtuosos, y no el hecho de haber hecho elecciones aisladas y en contadas ocasiones.

"El bien es aquello a lo que todas las cosas aspiran". Se trata de una de las frases con que se inicia la Ética a Nicómaco. Del mismo modo que cualquier trabajador en sus labores busca la realización de algo bueno, un trabajo bien hecho, el ser humano, en cuanto ser, aspirará a ser un buen individuo. Para ello se ayudará de la virtud.

Y, como posteriormente diría Sartre, "estamos condenados a ser libres". A cualquier otro animal ya le viene dado en su naturaleza un determinado código de conducta, actuarán fundamentalmente por instinto. Sin embargo, el ser humano puede responder de múltiples maneras a una misma cuestión: ha de elegir continuamente y construirse a sí mismo en cada paso.

                          Sartre

No olvidemos que para Aristóteles la ética se subordina a la política, y es fundamental para la constitución de una justa sociedad. Y es que él no nos habla de una felicidad individual, sino colectiva. Sólo podemos hallar nuestra propia felicidad si las personas de nuestro entorno más inmediato (la polis, la ciudad o comunidad en que habitamos) son, a su vez, felices. De hecho, hace igualmente hincapié en que "la amistad es una virtud o algo acompañado de virtud y, además, es lo más necesario para la vida". Todo esto gira sin duda en torno a su definición de ser humano como "animal político". Tenemos la innegable de necesidad de relacionarnos con las personas de nuestro entorno, de modo que la amistad es el punto básico para un correcto cumplimiento de la justicia y la virtud.

ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco. Alianza Editorial, Madrid, 2008

GÓMEZ, Carlos; MUGUERZA, Javier. La aventura de la moralidad (paradigmas, fronteras y problemas de la ética). Alianza Editorial, Madrid, 2007.

 

La mayéutica

(El arte de hacer parir a los hombres)

Biografía de Sócrates

En busca de la ataraxia

El primer filósofo que pensó en la necesidad de un estado de ataraxia para acceder a las vías de la felicidad fue Demócrito, aunque posteriormente, en la Grecia helenística, resurgió con fuerza y se constituyó como una finalidad principal para las corrientes filosóficas más destacadas de la época, es decir, para el epicureísmo, el estoicismo y el escepticismo.

¿Qué es ataraxia? Significa "imperturbabilidad", tranquilidad del ánimo. Los antiguos filósofos griegos pensaban que por medio de este estado se podía alcanzar la felicidad.

Para Epicuro esto era posible a través de la ausencia de dolor, de temor y a la ausencia de pasiones. La considera como un equilibrio permanente en el alma y en el cuerpo. Era un defensor del placer moderado al tiempo que aconsejaba evitar en la medida de lo posible involucrarse en asuntos que puedan perjudicar nuestra tranquilidad (como por ejemplo, la política) e hizo hincapié en la importancia de la amistad.

Para Pirrón, representante del escepticismo, la ataraxia se obtiene tras la culminación de la suspensión del juicio (lo que en filosofía se denomina "epojé"), y esto sólo lo puede hacer un ser humano dispuesto a vivir sin preferencias. Pero Arcesilao consideraba la ataraxia un síntoma de la epojé, y no su coronamiento.

La ataraxia estoica centra su foco en la virtud: para alcanzar aquella hay que dominarse por la razón, y no por las pasiones (que según los estoicos eran desviaciones de nuestra naturaleza racional). No hay bien ni mal en sí, sino que todo forma parte de la naturaleza, de modo que se debe aceptar el destino tal como venga, y permanecer impasibles ante cualquier temporal (sea de sol o de lluvia).

He de decir que últimamente en determinado círculo de mi existencia personal ha salido a flote en variadas ocasiones el tema de la ataraxia y que lo hemos mencionado casi con la misma naturalidad que otras palabras como "café" (eso sí, nosotros lo hemos acentuado a la griega: "ataraxía").  Desde luego, a veces nos ha tocado hablar de ello en presencia de otras personas, y sí, la cara que ponían al oírnos era la que quizá os podáis imaginar.Pensé también, por qué no, referirme a ella aquí en el blog. Creo, como ya lo hicieron antes estos ilustres filósofos, que una buena dosis de ataraxia es precisa para yacer sobre los campos de la felicidad, aunque difiero ligeramente en algo: no es algo perpetuo ni de duración excesivamente prolongada... pero, los días en que nos hace gozar de su compañía, ¡bienvenida sea!