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Filohelenismo // Φιλελληνισμός

Magisterio universal de Sócrates y D. F. Sarmiento

   MAGISTERIO UNIVERSAL DE SÓCRATES Y D. F. SARMIENTO.-

  Por Guillermo R. Gagliardi.

10.- De “Apología de Sócrates”:

    -“Me atraje enemistad de parte de muchos. y esto es lo que me ha de condenar” (28 a)..

    -“he aquí, en efecto, señores atenienses, la verdad. en el puesto que alguien se coloca, allí, me parece, debe permanecer arriesgándose y sin prevención contra la muerte ni ninguna otra cosa más que contra el deshonor” (28 d).

    -“El dios me ha aplicado a la ciudad de un modo análogo, para que los despierte, persuada y reproche a cada uno en particular, sin cesar el día entero...” (30 e).

    -“El  que yo me haya despreocupado de todas mis cosas, y me haya mantenido descuidando mis propiedades durante muchos años y ocupándome en cambio siempre de las cosas de ustedes...” (31 b).

    -“suficiente testigo, en efecto, creo es el que yo ofrezco de que digo verdad: mi pobreza” (31 c).

    -“No esperen entonces de mí, señores atenienses, que haga frente a ustedes cosas que no considero honorables, ni justas, ni religiosas...” (35 c-d).

Según explica el crítico y docente A. Pagés Larraya, basándose en juicios de Martínez Estrada, “El severo patrón ético” sarmientista surgía de su frecuentación excepcional y asimilada, de los pensadores estoicos, “y más expresamente de la ‘Apología de Sócrates’”. Virgiliano y socrático, ciceroniano y homérico, don Domingo era un soberbio “enamorado de los mitos clásicos y de las grandes epopeyas greco-latinas” (autor cit., “El adiós de Sarmiento”, en Boletín  de la Academia Argentina de Letras, 1991, nº 221-222, p. 370 y 378).

Como el maestro de Platón en su “Apología”, Sarmiento también podría admitir que “nos equivocamos cuando nos figuramos que la muerte es un mal, siendo así que, para el hombre de Bien, no podría haber  más ni en esta vida ni en la otra; pues los dioses no son indiferentes a nuestra suerte”.

Confiésase al morir según Platón, condenado por “creer en otras cosas demoníacas nuevas” (26 b2 – 28 a 4). Aclara sobre la muerte de Sarmiento, el Dr.  Nerio Rojas (ob. cit., p. 103): “Así murió este hombre batallador: tranquilamente. Es la muerte serena, mezcla de resignación y de heroísmo, que tuvieron los viejos maestros de la filosofía griega.  Es Gorgias, es Epicuro, es Sócrates. Es la despedida de los grandes, cuya alma se esclarece con un presentimiento de inmortalidad”.

Mauricio Rosenthal en su “Sarmiento y el teatro” (1967, p. 108): “En todos los instantes se levantarán en  corazón las columnas que todavía restan del Partenón. En todas las instancias, en los episodios más importantes de su vida...”.

  (Conrado Eggers Lan: ed. de “Apol. de S.” Platón, Eudeba, 1971, espec. p. 69-110;, A. Tovar: “Vida de Sócrates”, 2ª ed., 1955; René Kraus, “Vida pública y privada de S.”).

El peculiar ensayista Héctor A. Murena (1923-1975) en “El nombre secreto” (1969 (antes en “Ensayo sobre subversión” 1962) estudia la voz de la ‘Propaganda Fidei’, la de Saulo de Tarso y la voz de la Revolución, la de Sócrates. Sarmiento lo ubicamos entre uno y otro. Parte de su fervor por la difusión de escuelas, la propaganda enciclopédica del saber masivo, la Ilustración americana, y se propone un cambio, del fanatismo religioso y la Barbarie, al Progreso de la ciudadanía.

La voz del autor de “Educación Común” adquiere la entidad considerable de voz de la transformación republicana. Grito del inconformista (Sarmiento  es un grito según Eduardo Wilde). Es el Constructor de la Organización Nacional, el que, cual  el “tábano ateniense” no cesa, no, de “amonestar y aconsejar” (ob. cit., “La voz de la Revolución”, p. 54-55).

Como  uno en Grecia, el otro, en la ciudad americana, intenta introducir nuevas Divinidades, anuncia y busca febrilmente convertir al pueblo al culto de nuevos Dioses: la Biblioteca y la Escuela popular, el libro. Y sacrificando en sumo grado su persona  por el lema adoptado de “Servir a la Humanidad”. “Descuidando-como alegò el sabio griego- lo que la mayoría cuida, el dinero, el hogar, el ser estratego caudillo y las conjuraciones o sediciones ciudadanas!. (v. “La razón en la trampa. La superioridad de Sócrates sobre los sofistas atenienses” por Ignacio Blas, en “La Prensa”, 12-2- 1995; “Sócrates, la naturalidad y la muerte”, Carmen Gándara, en su “El mundo del narrador”, 1968, p. 182-185, y en revista “Realidad”, 1949).

Sócrates fue, simbolizó, el “Filósofo incómodo” para su tiempo, como el cuyano, el político molesto, agudo, gritón, pendenciero, adelantado...

Comedor, callejero y danzarín, hijo de una “comadrona”. Bebedor siempre lúcido y burlón, así lo evoca justamente Alfonso Reyes en su “Las burlas veras. 2º ciento”, 1959, incl. en sus “Obras Completas”, México, t. XX, p. 152). “insistió en que su  misión para con la ciudad era la misión providencial del tábano para con el caballo: excitarlo y hacerlo brincar” (autor y loc. cit., también “La persona de Sócrates, tan mordiente”, íd., t. XIII, p. 89, “La crítica en la edad ateniense”, 1941).

Maestros  y parteros del alma, del alumbramiento interior, en el encendimiento y apertura al Bien y la Belleza. “Dice la mitología griega que cuando Zeus quiere derramar bienes y alumbrar el camino de los mortales, siembra entre ellos un alma grande hecha de luz, de sabiduría y de bondad, en la persona de un sabio, un artista o un héroe” escribe el escritor y político Benjamín Villafañe h. (1877-1952) en su “Motivos de la selva y de la montaña”, 1952, p. 108).

Paul Groussac (1848-1929) evocó al argentino en diversas ocasiones (1904, 1920, p. ej., en su “El viaje intelectual”, 1ª y 2ª serie) “entre sublime y grotesco”, “rugoso y desarmónico, con su abollada máscara de Sócrates guerrero”. Su inmensa presencia le sugiere “a un tiempo el pórtico de Atenas y el antro del Cíclope”. En definitiva, “uno de los seres  más extraordinarios que me fue dado contemplar”.

Francisco Romero (1891-1962), el ensayista y docente sarmientino, autor de “Teoría del hombre” y “El hombre y la cultura”  entre otras contribuciones magistrales, dijo de Alejandro Korn (el médico y pensador, 1860-1936) lo que nosotros apreciamos en Sarmiento socrático: “Como en el caso de Sócrates, su verdadera obra, fue un movimiento, una conmoción de los espíritus, cierta atmósfera que supo crear a su alrededor...” (en “Sistema filosófico” de A. Korn, Nova, 1959, p. 9). (F. Romero: “La cuestión socrática”, en rev. “Nosotros”, a. 22, nº 227, abr. 1928, p. 111-114).

Juan B. Terán, historiador y escritor argentino en su “Espiritualizar nuestra escuela” enfoca a Sarmiento socrático. “Alma de Maestro” por su efusividad y sinceridad, su llaneza, su desinterès y generosidad. Y sobre todo, se asemeja al filósofo griego por su docencia ética y su “eironeia”, su fervor de enseñar polemizando, gritando, contradiciendo, desbordando. Es “partero” y padre a la vez, guía, iluminador. Maestro activo que enaltece al educando y busca la emancipación de su intelecto y la formación de su conciencia. Práctico y riguroso, pero también intensamente humano y sensible.

“Aprendizaje y magisterio constante, puede decirse que, como los peripatéticos griegos, enseñó por donde anduvo, dándose el caso frecuente de detenerse en las calles a explicar un tema y conversar con cualquier desconocido” César Godoy Urrutia: “Recuerdo e interpretación de Sarmiento” (en “S. Cincuentenario de su muerte”, 1939, t. II). Se advierte el “more socrático” en el temperamento de maestro y de amante incondicional del conocimiento.

Julio del C. Moreno: Discurso (en “Sarmiento. Cincuentenario...”, t. I, p. 445, 1939): “Sarmiento fue maestro en el amplio y augusto sentido del vocablo.  Maestro como Sócrates, como Cristo, sacerdote laico que hace de la escuela un templo”.

Martín García Mérou: “Sarmiento” ídem, anterior, p. 470): “habiendo en su fisonomía, como en su corazón y su talento, rasgos de Sócrates y de Pericles...”.

“Esta es la recompensa que los pueblos tienen prontita para los redentores desde Sócrates hasta nuestros días”. Adelanta así los sufrimientos de su vida pública posterior, su “martirologio” por la Santa Causa de las Escuelas. Y se prefigura su interesante parangón con el griego. Él también tiene la divina pasta de despertador y libertador.

Destino individual y nacional están unidos en su persona Considera su acción de estadista constructor como obra de “redención colectiva”, de alcance continental, , universal, de fines cristianos. Redentor como Sócrates, a quien se refiere en sus “Viajes” (1847), carta desde Ruán dirigida a Carlos Tejedor el 9-5-1840. Al evocar con entusiasmo las doctrinas sociales del pensador francés, utópico, crítico de la economía capitalista,  Charles François  Fourier (1772-1837) observa que fue derrotado por los intereses creados y privilegiados de siempre: “y lo colgaron, nada más natural. Así se ha hecho siempre con los que han venido a turbar la tranquilidad pública con nuevas doctrinas”.

11.- Conclusiones.

Adelanta el sanjuanino su propia gesta civilizadora que luego desarrollará en su país con ímpetu y pasión extraordinarios.

(Ver “Sócrates educador” Susana A. Orden, en rev. “Antártica siglo XXI”, 1994, nº 1, Fundación Cultural A. Castex; “Lo viejo y lo nuevo del método socrático” Margarita Costa, en su “Filosofía y formación humana”, Instituto de Investigaciones Educativas, 1978, p. 5-8; “Sócrates y la conciencia del Hombre” Micheline Sauvage, Aguilar; “Arquéalo, maestro do Sócrates” A. J. Cappelletti, rev. de Filosofía, La Plata, nº 9, p. 79-96, 1960; “Por el camino de Sócrates o ensayo sobre una metafísica de lo pedagógico” F. W. Torres, Córdoba, 1945 “Sócrates, Galileo, Leopardi y otros ensayos de Estética” Giovanni Turín, Partenón, 1947).

“Casi podría asentirse que tuvo conocimiento en la fuente –Platón o Jenofonte- de la dialéctica socrática, pues el ‘Facundo’ es un diálogo tremendo entre él y la tiranía” (Emiliano Oliva, “La estructura institucional argentina a través del ‘Facundo’”, 1946, p. 44). Destaca el Dr. Oliva en su serio estudio el “núcleo socrático” de las ideas sarmientinas, por su afán tenaz por la verdad ilimitada y por su tensión dialógica crítica, libremente discutidora.

“Difícilmente reitiraráse en nuestra historia un caso análogo al del prócer, de más congénita y corajuda vocación por la verdad” (ob. cit., p. 46). Escribe reveladoramente Sarmiento: “Llevo adelante mis ideas, a la luz del día, por la prensa, por los libros, por los periódicos, por la discusión” (“Crónica”, 1849).

El escritor y diplomático español Salvador de Madariaga (1886-1978), en su “Europa y América”, “La tradición socrática cristiana”: el socratismo sarmientesco consiste en el espectáculo formidable de su voluntad fuerte y su intelecto libre, abierto, sin prejuicios.

Karl Popper (1902-1994, filósofo y sociólogo) en su “La sociedad abierta y sus enemigos” (Planeta, 1992, p. 186): “Debido a su insistencia en el lado humano del problema político (...). Era el aspecto inmediato, personal, de la sociedad abierta, lo que a él le interesaba (...). Sócrates era un maestro”. Era un devoto y un práctico el Bien y del Desinterés. Fue “el maestro-político” de fe “demasiado fuerte”. Cultor intransigente de la Libertad de pensamiento.

Sarmiento es un genio americano y español en su esencia.

Concreto en sus ideas, obsesionado por su aplicación. El centro de interés de su lema es el Hombre.

Su mente y corazón obedecen sobre todo a la Pasión (Ver S. de Madariaga: “The genius of Spain”, 1922, “De Galdós a Lorca”, 1960, y “Ingleses, franceses, españoles”, 1929).

Hispano en su realismo y en su misticismo. Su prédica y acción de Estadista y Pedagogo tiende a un Humanismo liberal, sostenido calurosamente, entre polémicas y fracasos y  realizaciones titánicas.

Energía volcánica muchas veces, desorganizada. Firmeza  y progresismo caracterizan su personalidad.

Socrático en su individualismo, su primordial mensaje de Libertad. Cristiano en su interés humanitario,  en sus planes de mejoramiento de la persona humana integral.

“Evita la abstracción, rehuye la especulación pura y aborrece el bizantinismo”, así define Madariaga al Genio Hispánico.

Rinde culto a la urgencia de la acción. Su vitalismo nietzscheano condice con  su trayectoria pública y privada.

“No  ceso en absoluto durante el día entero de aguijonearos...” (“Apología”, ed. cit., p. 210).

     

Sócrates, como el otro, nos sigue observando: “mis queridos atenienses, os quiero y os amo, pero obedeceré al dios antes que a vosotros y en tanto tenga aliento no cesaré de filosofar y de amonestar y aconsejar a vosotros. ...Me absolváis o no, no haré otra cosa, aun cuando me exponga a morir mil veces”.

1 comentario

kostas -

Buenas, Annulilla!.
¿Me puedes llamar?.
Grasias.